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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama Willy Loman es un viajante de comercio que, en el umbral de la vejez, se siente atormentado por su mediocre pasado. Los recuerdos lo llevan a hacer un examen de las relaciones que ha tenido con su comprensiva mujer y con sus dos hijos, que ahora lo desprecian, cuando en otro tiempo lo consideraban un hombre superior. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Willy Loman, acaba de regresar a su casa sin haber podido realizar su último viaje para la empresa en la que trabaja. Sabe que no es su auto el que ha fallado y que es él quien está abatido y no logra concentrarse. Todas las semanas de los últimos años anduvo en la carretera, y aunque Loman cree que sigue siendo necesario en Nueva Inglaterra, ya tiene 60 años y las cosas no siguen siempre igual. Hasta su jefe ha muerto y ahora la empresa está en manos de un hijo suyo que no ve a Loman con buenos ojos. Tampoco, Loman, está satisfecho con lo que, hasta la fecha, han logrado sus hijos, “Happy” y Biff -¡ya bastante mayorcitos!-, y sólo su sumisa esposa, Linda, es su sostén en una vida que pareciera estar llegando a un triste crepúsculo.

Lo que sigue de aquí en adelante es lo que, con crudeza, pero con la más sólida observación de unos caracteres humanos que quizás se parezcan mucho a seres muy cercanos, nos ofrece, Arthur Miller, en su magnífica obra, “La Muerte de un Viajante”, la cual se haría merecedora de prácticamente cada premio de teatro que se diera en el año 1949: El Pulitzer, el Tony, el Donaldson… y, además, fue traducida a casi 30 idiomas en un cortísimo tiempo.

Dado el éxito que había tenido en las tablas cuando, Elia Kazan, la estrenó en New York, el 10 de febrero de 1949, alcanzando 742 representaciones durante ese año; y habiendo ocurrido que, desde ese momento, los medios de comunicación convirtieron a Miller en el dramaturgo número 1 de los Estados Unidos de Norteamérica, tomar la batuta de la adaptación cinematográfica de la obra era un compromiso de padre y señor mío… pero, el director húngaro radicado en Hollywood, László Benedek, dijo: "Yo la tomo".

Había que hacer cambios estructurales para poder servirse de algunos exteriores; por otra parte, en vista de que las fantasías (remembranzas) de Loman eran tan reales como su realidad, había que planear una suerte de planos-secuencia bastante complejos; y algunas escenas debieron ser cambiadas de “lugar”, para conservar esa alternancia que transforma la estructura teatral de la historia… y tras ver la película, es indudable que Benedek dio en el clavo. En la edición, en el diseño de producción, en la composición de escenas y en la iluminación, los logros son impecables.

En la actuación, Fredric March (quien reemplazara a Lee J. Cobb, protagonista en las tablas), no interpreta sino que vive literalmente su papel; y a quienes se les dio la ocasión de repetir y eternizar sus roles (Mildred Dunnock, Cameron Mitchell y Howard Smith), no podían hacerlo mejor. Hasta el debutante, Kevin McCarthy, sería nominado al Oscar por su emotiva actuación.

El drama de exigir sin ser; de esperar conquistas sin poder servir de trasparente espejo; y el sentir que la vida se apaga sin haber hecho realidad ninguno de nuestros sueños, queda aquí dolorosamente plasmado… y quizás, tan solo quede la esperanza de que, los seres queridos, procuren recordar tan sólo lo que de bueno encontraron en nosotros.

<<LA MUERTE DE UN VIAJANTE>>, es de esas historias que tocan muy, pero muy adentro, y al paso te golpean en todo el plexo solar.
Luis Guillermo Cardona
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