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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Musical Retrato de la época dorada del jazz a través de la biografía de un grupo de escritores de canciones de musicales de los años veinte: Ray Henderson, Buddy De Sylva y Lew Brown, un trío que consiguió triunfar en Broadway al tiempo que crecían las tensiones entre ellos. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buddy De Sylva, Lew Brown y Ray Henderson conformaron, por allá por los años 20', un equipo de compositores que daría a la historia de la música americana, un gran cúmulo de canciones y de notables musicales que llevarían alegría y diversión a la gente de aquellos tiempos. Lo suyo era lo popular, y con su ritmo y sus pegajosas letras, donde se conjugaba lo romántico y lo juguetón, alcanzarían un apreciable lugar en el Tin Pan Alley, donde ingresaban los mejores creadores de la época.

Basado ligeramente en sus vidas, este filme que, en 1956, realizara el director, Michael Curtiz, dio como resultado una entretenida comedia-musical donde abundan añejas, pero agradables canciones; momentos coreográficos con aire de hogar, no exentos de simpatía y otros con la brillantez del mejor Broadway, como el número, “The birth of the blues” que, con magia y sensualidad, comparten, Sheree North y el bailarín francés, Jacques d’Amboise.

Y lo más interesante de esta historia escrita por, William Bowers, Phoebe Ephron y John O'Hara, es esa ejemplarizante amistad que consigue darse entre tres personajes bien disímiles en su carácter y en su visión del mundo. Buddy (Gordon MacRae), es un aventurero ambicioso e individualista en la toma de decisiones trascendentales que afectan a sus amigos, pero es creativo, recursivo y equilibrado cuando más se necesita. Por su parte, Lew (Ernest Borgnine), es un solterón malgeniado e intolerante, pero sabe dar pruebas de lealtad y de compañerismo en el instante justo; y Ray (Dan Dailey), es un hombre de hogar, con pocas pretensiones y conforme con lo que se aviene, pero consigue grandes impulsos creativos y logra resultados de connotada eficiencia. Los tres son personajes vivos, creíbles, para nada idealizados… y por esto resulta muy fácil empatizar con ellos.

El toque femenino lo impone, Kitty Kane (Sheree Noth), una calificada bailarina, enamorada del futuro productor cinematográfico, y leal al equipo hasta en sus momentos más discordantes... y resulta, más que curiosa, esa burlesca presencia del cantante, Al Jolson (representado por Norman Brooks), como si el director quisiera sacarse algún clavo de su viejo filme, “Mammy” (1930).

Al final, Michael Curtiz consigue que, <<EL ENCANTO DE VIVIR>>, sobresalga entre el gran fardo de musicales de la época, y una vez más obtiene el éxito que, comúnmente, le trajo su labor en este género cinematográfico.

Resulta grato ver a la futura actriz dramática, Sheree North, haciendo lo que mejor sabía hacer en sus años de juventud, bailar; y Michael Curtiz, gratamente conmovido con la estupenda labor de Borgnine, en la película, “Marty” de Delbert Mann, con la que el actor ganaría el Oscar, lo hizo cantar y bailar, pero sin perder ese aire de duro que, en tantos filmes, le merecieran reconocimiento.

Y es verdad lo que dice el título original de la película, tomado de una de las más populares canciones del famoso equipo: “Las mejores cosas de la vida son gratis”... pero el éxito será, casi siempre, el resultado de un gran esfuerzo.
Luis Guillermo Cardona
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