Que los norteamericanos quieran hacer morbo sobre algunos de los más altisonantes casos de crónica policíaca interna (es decir, dentro de su país) añadiéndole el morbo televisivo de realizar el típico y lastre telefilme que una vez se visiona, es indudable su olvido, es un hecho indiscutible. Pero si nos paramos a pensar en la mayoría de los casos los telefilms “basados” en hechos reales que pueden satisfacernos, o fastidiarnos, un sábado por la tarde pueden partir de un cierto interés ante un hecho seriamente ocurrido y no tenido en cuenta, valdría la pena hacerle un repaso más. Y es el caso de “Unabomber”, un producto de mala calidad a la espera de que se haga un film más “hollywoodiense” y estilizado para que remueva consciencias y bolsillos.

La baja calidad de telefilme es innegable de “Unabomber” pero, por curiosidad, es un buen ejercicio de memoria contra el desliz que sufre la Administración yanqui a los suyos por su condición de hecho real con creces, años antes que las Torres Gemelas se derrumbaran y provocaran el pánico mundial. Muchas mentes inconscientes se quedarían perplejas al ver cuánto jugo documental se extrae de éste “Unabomber” (apodo atribuido a Theodore John Kacynzski, un frustrado becario que le dio la espalda al capitalismo y a la alta tecnología, refugiándose en su “corazón de las tinieblas” en medio de los aislados bosques del Estado de Montana y, desde allí, mandando misivas-bomba a profesores, funcionarios y aspirantes a astronauta). Consiguió con un largo manifiesto que justificaba sus actos, que periódicos como el New York Times y Washington post lo publicaran en su total integridad.

La película narra los escalofriantes años (un total de dieciocho, entre 1978 y 1996, con cuatro presidentes distintos en la Casa Blanca) en que Unabomber se convirtió en la pesadilla americana por los agentes federales y del Servicio Postal (representado en la cinta por el veterano actor Dean Stockwell), el hermano del escurridizo terrorista (Robert Hays), testimonio clave en la investigación y el enemigo público de la función (un desconocido Tobin Bell, antes de meterse en la piel del psicópata Jigsaw).