Más que obra maestra, un monumento al Arte. Un experimento que debería ser un hito en la historia cine. Es puro deleite visual desde el primer hasta el último fotograma. Es óleo cobrando vida en pantalla, el mundo proyectado en lienzo desde la psique de un genio.

Pero no es sólo la excelencia plástica lo que embelesa. Es también esa pequeña historia a modo de thriller recreando sus últimos días que narra las circunstancias que condujeron al ahora célebre pintor a su supuesto suicidio, contada con sensibilidad y humanidad. Un relato conmovedor que acerca el artista al espectador y provoca ternura y compasión por su alma torturada.

Tal como anuncia su título Loving Vincent es una carta de amor a Van Gogh y a su arte. Se percibe el cariño, la meticulosidad y la fidelidad a su espíritu en cada trazo.
Por ello no puedo hacer otra cosa que felicitar a Dorota Kobiela, Hugh Welchman, a todo el equipo de pintores, fotógrafos, técnicos, actores y productores por su esfuerzo y dedicación. Por dar este golpe en la mesa en la era del CGI. Por haber creado una obra intemporal que perdurará en mi retina y en mi corazón para siempre. Gracias por hacerla posible.