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Voto de Koyaanisqatsi:
10
7,2
821
Drama
Manuela es una adolescente que es enviada a un rígido internado después de la muerte de su madre. La directora del establecimiento es una convencida de que el hambre y la disciplina afirman el carácter de las niñas, pero Manuela tiene problemas ajustándose a la rígida disciplina de la directora. Así la niña es cuidada por la maestra Elizabeth Von Bernburg, que es la profesora más joven del internado y por la que todas las niñas ... [+]
11 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno cree haberlo visto todo y cree que ya no hay nada más por descubrir, y de pura casualidad, por azares del destino, se topa con una obra cinematográfica de semejante calibre, dan ganas de gritar a los cuatro vientos, de que se corra la voz hasta el más lejano horizonte, que todo el mundo se entere, porque lo que esta película es podría definirse como un auténtico milagro, un prodigio sin precedentes en la historia del cine. Y no me refiero solo por la temática que trata en la época que lo hizo, sino por toda el aura mística y espiritual que envuelve la película con esa fotografía granulada en blanco y negro que directamente tele transporta al pasado, el trabajo preciso y minucioso de la cámara, cuidado hasta el más íntimo detalle. Pero si por algo sobresale este regalo divino es por ser una obra de arte de la dirección y la interpretación. Todas, todas las actrices -no aparece ningún actor- están espléndidas, incluso aquellas con intervenciones minimalistas, encandilan con su sola presencia, sus miradas, sus gestos, la alegría que irradian cuando están felices o los momentos más fatalistas de desolación. Se hace patente la aún clara influencia del cine mudo expresionista alemán, con una puesta en escena minimalista pero proyectada con mucho tino, y unos primeros planos que hielan el alma, con una atmósfera mágica, por momentos quimérica y onírica.
Sin embargo, lo que traspasa todas las líneas es la historia de amor latente que sienten todas las estudiantes por la bella señorita Elisabeth von Bernburg, soberbiamente interpretada por Dorothea Wieck, la más joven de las profesoras, la más cercana y empática con las chicas. Algunas de ellas tienen fotos de Hans Albers o Henny Porten en sus taquillas, pero a quien de verdad tienen en un pedestal e idolatran es a la querida señorita von Bernburg. ¡Y cómo no resistirse a sus encantos, a su forma de ser! Es la imagen de la bondad y la justicia dentro del internado. La voz de la razón que lucha en silencio contra la opresión de las muchachas. Y por supuesto, el símbolo del erotismo. Será la recién llegada Manuela von Meinhardis (maravillosa y eterna Hertha Thiele) la que sirva como eje central y guíe al espectador durante su estancia en la institución, mostrando con frescura y ternura el despertar del primer amor, nada menos que por la señorita von Bernburg. Una simple mirada entre ambas basta para que se origine un fulminante flechazo. Y es que Manuela no solo ve belleza en ella, ese "sex-appeal" del que hablan las chicas, sino que ve en ella a la mujer perfecta en todas las facetas de la vida. No teme ni por un segundo enamorarse ni de una mujer, ni que esta sea mayor que ella. No piensa, siente. Algunos primeros planos de Manuela cuando está cabizbaja recuerdan a los de Maria Falconetti en "La Passion de Jeanne d'Arc" (Carl Theodor Dreyer, 1928). No hay tabúes que valgan para retratar la sexualidad pues es algo que debe concebirse como una condición natural sin importar la orientación, y en esta película queda de manifiesto que a pesar de estrenarse en una época en la que el mundo en general era aún muy conservador y reaccionario, no se pretende provocar de manera exagerada una reacción por parte del espectador para que le desconcierte, sino más bien para que se estremezca ante la magnificencia de la historia y las imágenes, que experimente todos los sentimientos y emociones de los personajes, que se sienta uno más.
Existen mil y un motivos por los que esta película podría considerarse, no ya de culto o feminista, sino revolucionaria y progresista, pues tratar tal temática con semejante tacto y delicadeza está al alcance de muy pocos, y Leontine Sagan junto con Carl Froelich logran que el resultado que se ve aquí sea digno de encomiar y elogiar una y otra vez. Un espécimen único en su clase que ha intentado copiarse sin éxito hasta nuestros días, pero nunca como esta primera experiencia e impresión que conmueve como el primer beso de amor verdadero. Igual que Manuela al llegar al internado, sola y desamparada, uno nunca se siente solo ni abandonado si recibe cariño y afecto, amor y amistad, como el que le proporcionan primero sus compañeras nada más llegar y más tarde la señorita von Bernburg. Como lo expresaría Rilke en su poema "canción de amor".
¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
Sin embargo, lo que traspasa todas las líneas es la historia de amor latente que sienten todas las estudiantes por la bella señorita Elisabeth von Bernburg, soberbiamente interpretada por Dorothea Wieck, la más joven de las profesoras, la más cercana y empática con las chicas. Algunas de ellas tienen fotos de Hans Albers o Henny Porten en sus taquillas, pero a quien de verdad tienen en un pedestal e idolatran es a la querida señorita von Bernburg. ¡Y cómo no resistirse a sus encantos, a su forma de ser! Es la imagen de la bondad y la justicia dentro del internado. La voz de la razón que lucha en silencio contra la opresión de las muchachas. Y por supuesto, el símbolo del erotismo. Será la recién llegada Manuela von Meinhardis (maravillosa y eterna Hertha Thiele) la que sirva como eje central y guíe al espectador durante su estancia en la institución, mostrando con frescura y ternura el despertar del primer amor, nada menos que por la señorita von Bernburg. Una simple mirada entre ambas basta para que se origine un fulminante flechazo. Y es que Manuela no solo ve belleza en ella, ese "sex-appeal" del que hablan las chicas, sino que ve en ella a la mujer perfecta en todas las facetas de la vida. No teme ni por un segundo enamorarse ni de una mujer, ni que esta sea mayor que ella. No piensa, siente. Algunos primeros planos de Manuela cuando está cabizbaja recuerdan a los de Maria Falconetti en "La Passion de Jeanne d'Arc" (Carl Theodor Dreyer, 1928). No hay tabúes que valgan para retratar la sexualidad pues es algo que debe concebirse como una condición natural sin importar la orientación, y en esta película queda de manifiesto que a pesar de estrenarse en una época en la que el mundo en general era aún muy conservador y reaccionario, no se pretende provocar de manera exagerada una reacción por parte del espectador para que le desconcierte, sino más bien para que se estremezca ante la magnificencia de la historia y las imágenes, que experimente todos los sentimientos y emociones de los personajes, que se sienta uno más.
Existen mil y un motivos por los que esta película podría considerarse, no ya de culto o feminista, sino revolucionaria y progresista, pues tratar tal temática con semejante tacto y delicadeza está al alcance de muy pocos, y Leontine Sagan junto con Carl Froelich logran que el resultado que se ve aquí sea digno de encomiar y elogiar una y otra vez. Un espécimen único en su clase que ha intentado copiarse sin éxito hasta nuestros días, pero nunca como esta primera experiencia e impresión que conmueve como el primer beso de amor verdadero. Igual que Manuela al llegar al internado, sola y desamparada, uno nunca se siente solo ni abandonado si recibe cariño y afecto, amor y amistad, como el que le proporcionan primero sus compañeras nada más llegar y más tarde la señorita von Bernburg. Como lo expresaría Rilke en su poema "canción de amor".
¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin mencionar el inesperado final, pues uno se espera que suceda lo peor, ante las muchísimas escenas que se te quedan clavadas en el corazón, posiblemente la que más se me haya grabado a fuego es cuando la señorita von Bernburg da las buenas noches dando un beso en la frente una por una, mostrando el afectuoso cariño que sienten mutuamente, hasta que llega a Manuela, quien abraza con fuerza a Elisabeth, respondiéndola esta con un beso en los labios. Ya no hay ninguna duda. El amor siempre es más fuerte, y los primeros amores son indestructibles. La escena final con Manuela saliendo de la habitación de Elisabeth hundida, enturbia por unos segundos un trágico e irreversible desenlace al mismo tiempo que su rostro se difumina con el de la querida profesora. Elisabeth no duda. Sabe que ama a Manuela.