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Voto de Una Crítica Diferente:
8
Serie de TV. Comedia. Intriga Miniserie de TV (4 episodios). P'tit Quinquin es un chico muy brioso de unos diez años que vive en la granja de su familia. Al comienzo de sus vacaciones de verano mata el tiempo con sus dos amigos y su novia Eve, paseándose en bicicleta y haciendo bromas con petardos. Pero sucede un acontecimiento extraordinario: el descubrimiento de un cadáver de vaca descuartizado y expuesto de manera espectacular en un búnker de la zona, unos restos ... [+]
26 de diciembre de 2015
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
EL PEQUEÑO QUINQUIN.

UNA CRÍTICA DIFERENTE.
Una mirada del cine desde el punto de vista de sus personajes.

“Duerme, mi pequeño Quinquin. Vas a hacerme infeliz… si no duermes hasta mañana."
Nana tradicional del norte de Francia

Dormir. Es mejor no molestar. La infancia es un refugio donde guarecerse cuando llega la tormenta. Más allá, años más tarde, comenzará otra vida; bajo el mismo cuerpo, la conciencia abierta al diluvio. Habrá tiempo entonces para que el agua nos cale hasta los huesos. Ahora toca dormir. Sin embargo, ¿hasta qué punto los adultos no están haciendo de Quinquin un reflejo de los que ellos son? Tal vez por eso, el pequeño Quinquin les devuelve la mirada, osca, torcida. La conciencia se despierta antes de tiempo, cuando ya la piel reblandece por la humedad. Llueve. La tormenta descarga, con furia, impertinente. Tras la verja, al otro lado del camino, la pequeña Eve Terrier se pregunta si el amor, su amor por él, será suficiente. “¿Cuánto tiempo me queda antes de que rechace mis abrazos?”, se pregunta Eve.

COMANDANTE VAN DER WEYEN: "¿Ves a toda esta gente, Carpentier? Si no tuvieran policía todo sería un follón. Cuando nos vamos, no se acuerdan de nosotros."

Las comunidades imponían antiguamente el orden siguiendo unas leyes trasmitidas de padres a hijos. Reglas que habían hecho de la supervivencia la norma. Depravación era una palabra tabú. Depravación era una palabra en boca de todos.

El estado-nación impone el orden siguiendo la voluntad de un poder ajeno al territorio donde se busca aplicar. La depravación sobrevive entonces como arma de control. Castigar y vigilar, en palabras de Michel Foucault. Un orden, un ‘no follón’, en palabras del comandante Van der Weyden.

COMANDANTE VAN DER WEYDEN: "¿Viene del lugar donde encontraron a la señora Lebleu dentro de una vaca?"
PASTOR: "Oh, pobre animal."

Domesticar. Domesticar a un animal. Al más débil. No siempre. Una máscara. El casco del motorista, el marido de la señora Campin. Bajo el casco, lo salvaje. El animal sin domesticar, capaz de exterminar. Es el orden. La comunidad en estado-puro, cuando el estado-nación no logra imponer su voluntad de poder. Exterminar aquí es subsumir, fagocitar.

COMANDANTE VAN DER WEYDEN: "Alguien se ha decidido a poner orden aquí."
TENIENTE CARPENTIER: "¿Qué quiere decir?"
COMANDANTE VAN DER WEYDEN: "Un exterminador."

COMANDANTE VAN DER WEYDEN: "Estamos en el corazón del mal, Carpentier."

La guerra todavía continúa allí, en las playas donde los alemanes construyeron los búnkers en 1944. El rumor de las olas no logra acallar las voces moribundas de los que allí cayeron. La guerra. En todas partes. “Guerra total entonces”, concluye el alcalde. “Guerra total”, sentencia el comandante Van der Weyden, “Seguro que los jóvenes irán”.

COMANDANTE VAN DER WEYDEN: "Sr. Lebleu, la tierra huele bien, pero… aquí algo amarga."

La sirena del coche de la policía no suena. Se ilumina, pero el altavoz no hace vibrar las moléculas. Aquí, en Boulogne-sur-Mer, el orden de las cosas puede alterarse si es de manera silenciosa. “Los periodistas acuden como moscas a la mierda”, se queja el comandante Van der Weyden al fiscal de Nord-Pad-de-Calais. “Comandante, no mierda, no mosca”, le suelta el fiscal mientras le pone la mano izquierda en el hombro.

SACERDOTE: "La única esperanza son los niños."
COMANDANTE VAN DER WEYDEN: "Hablas de esperanza. Me importa un bledo esta mierda. Y todos los niños también."

El embrague del automóvil que conduce el teniente Carpentier funciona perfectamente. Es su pie. El pie del teniente Carpentier. Él es el causante de que el pedal no se deslice suavemente. No. No lo hace. No se desliza con suavidad desde el instante en el cual ha sido pisado a fondo y aquel otro en el que es por fin liberado. El pedal del embrague. El pie del teniente Carpentier. Tiene un motivo para este comportamiento. Ocurrió en su infancia. Allí hicieron de él la persona que hoy es: Rudy Carpentier, teniente de la policía nacional, adscrito a la brigada de la localidad de Boulogne-sur-Mer, en el departamento de Nord-Pad-de-Calais.

“Y si hubiera alguna manera de escapar de aquí”, piensa Aurelie Terrier. Pero no la hay. Y su voz se une a la de tantas otras. Deseos incumplidos de una infancia olvidada.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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