Sólo quien ha odiado a muerte su trabajo, quién no ha tenido nunca claro eso que llaman el "futuro profesional" de uno, quién se suele sentir más un espectador que un protagonista de su propia vida puede entender plenamente lo que esta sencilla película plantea. El hecho de que casi todo ocurra de noche nos habla de transición, de época indeterminada, de falta de claridad en el horizonte. Y también de magia, ya que estamos. La magia de poder cambiarlo todo con la luz de un día nuevo. De dejar de vivir en la noche.
Las amistades en esta peli son fortuitas y de conveniencia casi. Pero son auténticas también, porque no se dan por sentadas. Porque los defectos se expresan, y la gente intenta corregirse. Éso le da autenticidad a su discurso - sincero como pocos. Entre escenas muy logradas de dialogos que suenan a auténtico, queda la pregunta con la que comienza la historia, la pregunta que su guionista plantea al espectador (cito de memoria, era más o menos así): "40 o 50 horas de trabajo a la semana, durante 40 o 50 años, ¿y para qué?"
Que conteste quien lo tenga claro...