Comienza la película. Un pueblo aparentemente tranquilo, dos niños juegan a ser pistoleros, se oye un disparo y un hombre a medio afeitar sale huyendo. En los títulos de crédito se ve al sheriff preparándose para la captura de éste.
En esos apenas 6 minutos ya hay suficientes ingredientes para mostrar el interés del espectador

Se trata de un western algo extraño, con una cuidada fotografía, y unos personajes que se desquitan de sus apariencias con el transcurso de la película.

Los personajes están muy bien caracterizados. El sheriff es un hombre de aparente dureza que quiere demostrar su valía a toda costa. Robert Kellen es el "pistolero" sin escrúpulos que todos pensamos que es, pero que sin duda vemos que guarda una cierta honradez y calidez humana.
Anthony Quinn, como monstruo de la interpretación que fue, borda totalmente su personaje. William Conrad, que a su vez fue el productor junto a Robert Aldrich, también está muy bien.

Estamos ante una de esas películas desconocidas pero interesantísimas que el cine clásico esconde.