Sí, de propaganda. Pues eso, y conviene ya aclararlo, es exactamente Darfur: un ejercicio de manipulación carente de la más mínima pretensión de objetividad. Y no, no es que tenga ninguna opinión determinada sobre el conflicto de Darfur, pero doy por supuesto que la realidad debe ser bastante menos maniquea que lo mostrado en pantalla, y que ambos bandos, tanto los fur como los yanyauid, cuentan con sus víctimas y sus verdugos.

Sin embargo, la intención de una película o su objetividad nada tienen que ver con su calidad. La historia del cine está lleno de obras maestras descaradamente propagandísticas: Acorazado Potenkin, El triunfo de la voluntad, Mensajeros del miedo… Todas ellas políticas y tendenciosas y, sin embargo, de una calidad indiscutible. Y hay que decir que la película, sin llegar a este nivel, es francamente buena.

En efecto, y por increíble que pueda parecer, Boll realiza un excelente trabajo de realización, demostrando un dominio de tiempo narrativo notable: pocas veces una historia tan cruda es desarrollada de modo tan naturalista y verosímil (dejo aparte algunos detalles poco convincentes pero perdonables): lejos de los lacrimógenos sentimentalismos baratos en los que han caído directores, en teoría infinitamente más capaces, como Ridley Scott en Black Hawk al contarnos hechos equiparables, Boll opta por una fría contención formal (que no visual) muy de agradecer. A ello contribuye su interesante y poco convencional estilo narrativo, que combina una media hora inicial que podríamos definir como “falso documental” con un desarrollo cercano al “dogma”.

Merece la pena advertir que la película es no para los estómagos y que muestra escenas brutales y nada amables. Tanto es así que alguna crítica -poco favorable- definió la película como “festival gore” y “pornográfica”. Sin embargo, semejantes críticas “biempensantes” están fuera de lugar: por desgracia, y para vergüenza de la especie humana, todo lo mostrado describe milimétricamente los testimonios de las víctimas; el hecho de que algunos se sientan más cómodos con las visiones “light” o “Made in Disney” de la guerra y sus crímenes que nos sirve el cine Hollywoodiense no significa que esta repulsiva realidad deje de existir.

Por supuesto, la película tiene sus fallos (milagros a Lourdes): el abuso de la cámara en mano hace de algunas escenas de acción un autentico festival de “manchas informes ” entre las que resulta imposible ver un pimiento. Por otro lado, y a pesar de lo dicho, el exceso de efectismo y de gore, me encabrona ligeramente: no es que llegue al morbo por el morbo, pero se queda justo en el límite.

En definitiva, una película notable y relativamente original. Sin duda, y lo digo sin ninguna ironía ni coña marinera, una de las películas más interesantes del 2009. Sin ser ninguna maravilla, me ha resultado mucho más fumable que otras infinitamente superiores en presupuesto y aspiraciones.