En el año 1999 se estrenaba ‘Sexo, pudor y lágrimas’, una comedia simplona que se convirtió en un inesperado éxito de taquilla, de ahí en más la carrera de su realizador Antonio Serrano no volvió a llegar tan alto, como pasó con la fallida ‘La hija del caníbal’ y las posteriores biopics de personajes históricos, ‘Hidalgo: La historia jamás contada’ y ‘Morelos’.

Ahora en pleno 2016 presenta su nueva película llamada ‘Macho’, película que retrasa bastantes años en su discurso donde, por un lado se pretende ser todo un canto a la diversidad sexual, y por otro, utiliza todos los lugares comunes de los chistes de homosexuales para causar la risa.

La historia que narra es la de Evaristo Jiménez (Miguel Rodarte), un famoso diseñador de modas algo amanerado que hace uso de su personalidad ambigua para captar un mayor público, pero todo resulta una pantalla para conquistar a las bellas modelos y clientas que lo acechan.

Cuando un feroz crítico y rival hace unas declaraciones que lo exponen como un falso homosexual, lo que genera que la opinión pública lo satanice, la socia de Evaristo (Cecilia Suárez) le propone que se invente una falsa relación con un chico para calmar las aguas, pero todo eso solo le traerá una terrible confusión, pues tiene una relación a escondidas con su modelo consentida (Aislinn Derbéz), quien esta casada con un narco (Manolo Cardona).

Si bien se la puede acusar de tomar elementos de otras películas, la más obvia es ‘Modisto de señoras’, esto al final resulta intrascendente ante la gran cantidad de fallos que presenta ‘Macho’, sobre todo desde el guión escrito por Sabina Berman, que presenta un desfile de personajes mal delineados y situaciones que se presentan sin un orden definido lo que desemboca en un caos narrativo, y ni hablar de las pésimas actuaciones, la ambientación de tintes televisivos y los infinitos clichés en una historia que desbarranca por todos lados, con personajes o situaciones que nunca se sabe bien a que juegan, como los personajes del equipo de rodaje de un documental que tienen escenas entre fallidas e incomprensibles.

Pero lo peor de la película está en su discurso rancio, donde primero se ponen en juego todos los lugares comunes de personajes amanerados y exóticos, y utilizándolos como una herramienta para provocar la risa en el espectador al presentar un sinfín de escenas donde el chiste radica en dos hombres que se besan, para al final pretender que el espectador se olvide toda la basura mostrada previamente buscando ser un alegato en pro de la diversidad sexual.


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