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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Western El Coronel York combate a los apaches desde su fuerte cercano a la frontera con México. Su hijo, que ha fracasado en West Pont, se alista a su regimiento. Dispuesta a sacarlo de allí, también llega al fuerte la esposa de York. Es el reencuentro del matrimonio tras muchos años de separación. En medio de un agrio conflicto familiar, la lucha contra los indios se recrudece. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2010
53 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que ser masoquista. Imaginemos a alguien a quien, cosa no del todo rara, no le gusta comer hormigas. Las encuentra feas, asquerosas y sucias. Si es racista, las verá además negras, y eso le pondrá aún más de los nervios. Imaginemos que a ese alguien, con el objetivo de demostrar al resto de la humanidad lo feas, asquerosas, sucias y negras que son las hormigas, se dedicara, un día sí y el otro también, a zampárselas a bocados, tostadas y fritas, en carpaccio, metidas entre dos rebanadas de pan untado con mayonesa, asaditas a fuego lento o al horno y bien crujientitas, picoteándolas, regaditas con cerveza, mientras ve una peli, no sé, digamos que de John Ford. Más que masoquista, hay que ser zopenco, diréis algunos. No es así, hombres de poca fe: los mediocres nunca hemos sido capaces de comprender a quienes, en un momento u otro de sus vidas, vieron la luz, corrieron hacia ella y bajaron después a la Tierra a traernos la Buena Nueva. Confieso avergonzado que con la cerveza lo a mí me gustan son las pipas.

En FA hay montones de comedores de hormigas, pero en vez de zamparse bichejos, se zampan obras enteras de directores a los que detestan, con el único fin de que el mundo sepa lo equivocado que está, lo lejos que se halla de la Luz que ellos y no cuatro generaciones de espectadores sí fueron capaces de ver. Los hay especializados en Hitchcock (un tahúr), Wilder (no tiene puta gracia), Capra (una monjita) o Ford (buscad Hitler en la Wikipedia e id anotando adjetivos), pero todos tienen en común el ímpetu guerrero con que luchan contra los falsos ídolos y pregonan sus bajezas, no sea que a los niños de teta se nos pasen por alto. En el caso de Ford, son de lo más tiquismiquis y puristas. Claro, como somos pequeñitos, no distinguimos aún la línea que separa la historia de la ficción y corremos el riesgo de que nos confundan y manipulen. Tenemos tanto que aprender de ellos.

Su lucidez y su pureza, además, no tienen fronteras. Ser colombiano, por poner un ejemplo al azar, no le impide a uno poner a parir a Ford por no mostrar en sus pelis los atropellos que él no cometió sino ficticiamente sobre los indios, aun corriendo el riesgo de que un descendiente de esos españolitos crueles y mostachudos de las pelis de piratas de Michael Curtiz le pueda recordar a su vez que en Colombia, hasta muy avanzado el siglo XX, era moneda corriente la estupenda práctica del “enganche”, mediante el cual se mantenía a los indígenas esclavizados de por vida en caucherías y plantaciones de coca, en pago de una deuda que nunca podían devolver y contribuyendo de este modo a engrandecer (¿semilla a semilla? ¿ladrillo a ladrillo? ¿con sudor y lágrimas?) la hermosa nación que él habita ahora, y que no hay, que el españolito recuerde, ninguna película comparable a las que firmó Ford que hable de ese tema, ni para denunciarlo ni para glorificarlo. Claro que la culpa es del españolito, por preferir las pipas a las hormigas.

(Queda un párrafo en el spoiler. Ánimo)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Normelvis Bates
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