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Voto de Zinephagus:
8
Thriller Al inspector Lohmann lo llama por teléfono un antiguo miembro del Departamento de Policía para denunciar un caso de falsificación. Sin embargo, antes de que pueda testificar y revelar los detalles del delito, se vuelve loco a causa de un atentado. Las investigaciones de Lohmann en seguida lo conducen hasta el doctor Mabuse, pero el famoso criminal hace años que está recluido en una clínica mental, cuyo director, el doctor Baum, es un ... [+]
24 de febrero de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de chasquear al zalamero Goebbels y, de paso, a la potente Thea von Harbou con un oportuno mutis del escenario prenazi, Fritz Lang retomaría a su viejo conocido Mabuse para hablar de ciertos asuntos contemporáneos. "El testamento..." es una afilada y sombría parábola cuyo sentido captaron de inmediato sus detractores. No tardaría en ser prohibida en todo el territorio alemán. Conocemos hoy el film porque fue posible sacar clandestinamente del país alguna copia. Prueba del interés que tenía Fritz Lang en su difusión es el hecho de rodar, simultáneamente, una versión francesa.

Si el primer Mabuse era un extraño documental sobre un terreno abonado para el advenimiento del Reino del Crimen, la secuela de 1932 nos lo presenta como una realidad prácticamente consumada y triunfante. Poco podía hacerse ya, excepto lanzar una risa sardónica, clamar en el desierto por un desastre que la pereza o la cobardía de muchos había convertido en inevitable... y ponerse rápidamente a cubierto.

El espectro de Mabuse encuentra alimento y fortaleza en el caos generalizado. Sus mejores aliados son el terror y la confusión. De un diabólico baño de dolor nacería una civilización de hombres nuevos. El discurso nazi tenía aquí una materialización visionaria. Era ya demasiado tarde cuando comenzaron a ser escuchadas las lúcidas advertencias de gente como Lang. El monstruo multiplicaba su peligrosidad en progresión geométrica. Engrasaba metódicamente su maquinaria destructora.

"El testamento..." es inclasificable desde el punto de vista genérico. Es, en primer término, cine político. Pero su textura contiene elementos del fantástico, de eso que con el tiempo se llamará cine negro, de poema expresionista y hasta de comedia. Hay secuencias tan locas, tan soterradamente humorísticas, que anticipan en treinta años ciertos tics godardianos.
Zinephagus
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