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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
1
Comedia Babs Johnson (Divine), una guarra que vive con su gorda madre y su hijo en una caravana, acaba de ser nombrada la persona más inmunda del mundo por un periódico local. Pero los Marble, un matrimonio que, entre otras cosas, vende heroína en los colegios y venden bebés a lesbianas, no pueden consentir que Divine les supere en suciedad y depravacion, así que deciden tomar cartas en el asunto. Un filme no apto para mentes sensibles que ... [+]
6 de septiembre de 2010
133 de 209 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podrá ser todo lo friki, transgresora y contracultural que queráis, amigos, pero “Pink Flamingos” es -esencialmente- una MIERDA. Sí, sí, una MIERDA. Con todas las letras y en mayúsculas. En todos los aspectos. La mires por donde la mires. Por arriba, por abajo, del derecho o del revés. Tanto desde una perspectiva conceptual como desde una perspectiva estrictamente formal. Pero no me extraña. Waters se propuso hacer la peli más desagradable e inmunda de la historia y lo consiguió. Con creces. Como si de un record guinness se tratara. La pregunta es ¿tiene eso algún mérito? Mi respuesta es no. Ninguno. Fundamentalmente porque el mérito de todo aquello cuanto hacemos en esta vida radica en el esfuerzo y en las dificultades que supone culminar con éxito algo que proporcione un determinado beneficio o satisfacción. Tanto a nivel colectivo como personal. A no ser que seas un genio, claro, en cuyo caso el esfuerzo será mucho menor. Pero ese no es el caso, precisamente, de Mr. Waters. Un ¿cineasta? cuyo único ¿mérito? radica en haber sabido destapar la curiosidad, el morbo o los más bajos instintos de todos los que -por la razón que sea- hemos acabado visionando su nauseabunda ¿película? Mi conclusión, por lo tanto, es que el único esfuerzo visible vinculado a esta pestilente basura reside en las tragaderas del propio espectador. En la titánica lucha que supone verla entera. Algo que, personalmente, no pude conseguir. Y no porque me considere un tipo hipersensible. No lo conseguí porque mi intelecto se vio, de repente, saturado ante un burdo pastiche de imágenes que no me aportaban nada. Nada interesante, claro. Un burdo y vomitivo pastiche de imágenes que -más allá de cualquier consideración ética o moral- degrada la inteligencia de quienes lo contemplan al frivolizar impunemente sobre toda una serie de psicopatías que, lejos de ser graciosas, constituyen una buena muestra de las lacras más repugnantes e infames de nuestra sociedad actual. Mala, muy mala. Infumable. Tan sólo apta para mentes enfermas.
Taylor
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