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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Western Tras haber peleado al servicio de los ejércitos de la Unión en la Guerra de Secesión, el mestizo Keoma (Franco Nero) emprende el regreso a su pueblo, a donde llegará en compañía de una bella mujer embarazada (Olga Karlatos) a la que ha rescatado en el camino de quienes pretendían aislarla por considerarla poseedora de la peste. Tras reencontrarse con su padre que lo tiene en alta estima (William Berger) y con sus tres hermanastros que ... [+]
8 de septiembre de 2010
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente el aficionado al spaghetti-western suele iniciar su andadura en el subgénero cogidito de la mano de Leone. El mejor. Y ello implica que -vista la trilogía del dólar y “Hasta que llegó su hora”- dicho aficionado deba trasegar, la mayoría de las veces, con productos poco menos que infumables. Obviamente, no es el caso de “Keoma”. A mi juicio, uno de los mejores eurowesterns de la historia. Y, lamentablemente, el último.

Permitidme romper una lanza, pues, por un peliculón de los que ya no se estilan. Por un más que digno sucesor de ese western sucio, bastardo y nihilista que tan bien supo mostrarnos Leone. Y Peckinpah, por supuesto. Por un eurowestern, en definitiva, genuinamente manierista. ‘A la maniera’ de Sergio y Sam. Con su zoom, su cámara lenta, su polvo, su barro, su violencia y sus miradas matadoras. Como a mi me gusta.

Más allá de todo ello, sin embargo, la peli de Castellari es un extraordinario spaghetti porque tiene personalidad propia. Y porque técnica y conceptualmente es muy superior a la media. Basta con recordar el plano del enfrentamiento de Keoma con los cuatro secuaces de Caldwell (“cuatro centavos, cuatro balas”), el travelling semicircular de la conversación entre Keoma y Shannon, los flash-backs que se entremezclan con la realidad, la ‘crucifixión’ de Keoma o las siniestras y reiteradas apariciones de la hechicera. Amén, claro está, de las sólidas interpretaciones de Nero, Berger y Stroode, de su atípica estética hippy y de una banda sonora que -lejos de molestarme- me moló bastante.

Ocho merecidísimas estrellitas, pues, para una de las pocas pelis que supo estar a la altura del legado leoniano y que supo rubricar el punto y final de un subgénero al que, lamentablemente, nunca se le hizo suficiente justicia.
Taylor
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