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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Terror Año 1838. En la ciudad de Wisborg viven felices el joven Hutter y su mujer Ellen, hasta que el oscuro agente inmobiliario Knock decide enviar a Hutter a Transilvania para cerrar un negocio con el conde Orlok. Se trata de la venta de una finca de Wisborg, que linda con la casa de Hutter. Durante el largo viaje, Hutter pernocta en una posada, donde ojea un viejo tratado sobre vampiros que encuentra en su habitación. Una vez en el ... [+]
8 de junio de 2009
63 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quisiera advertir, ante todo, que gran parte de lo que voy a comentar acerca de esta peli no procede de mi maquinaria neuronal. Resultaría deshonesto y absurdo maquillar mi pirateo de interpretaciones ajenas bajo un pretencioso simulacro de clarividencia divina. No, señores. Lo que voy a glosar a continuación no deja de ser un batiburrillo de inferencias originarias de un libro que adquirí (y apenas ojeé) durante mi etapa universitaria. Se trata de “Análisis del film”, de Jacques Aumont y Michel Marie.

El caso es que ayer, prestándole al tratado de marras toda aquella atención que no le dediqué en su momento, me detuve en el apartado 2.4 del quinto capítulo, consagrado a la plástica y la retórica de la imagen. Me sedujo la circunstancia que dicho análisis partiera de un ensayo (escrito por otros dos gafapastas gabachos, Bouvier y Leutrat) basado en “Nosferatu”. Me sedujo porque “Nosferatu” es, posiblemente, la única peli en mi vida que he visionado desde una perspectiva eminentemente formal. La única peli en la que mantuve el contingente narrativo en un discreto segundo plano para concentrar toda mi atención en aspectos plásticos. Pictóricos, diría yo. Tal vez por ello disfruté rememorando aquellas clases magistrales de Fèlix Fanés, mi profe de “Lectura de films” en la uni. Clases en las que el bueno de Fanés se afanaba en aclararnos qué era un travelling, un contrapicado, un fuera de campo o un plano-secuencia. Clases en las que, blandiendo su sempiterno mando a distancia, consiguió que nos devanáramos los sesos para comprender que buscaba Murnau a través de técnicas como el iris o el caché. Dos procedimientos que otorgan al film una carga metafórica descomunal y que constatan, en definitiva, que el cine es arte gracias a pelis como ésta. ¿Existe algún medio mejor que las aberturas en iris o los cachés para plasmar estéticamente un concepto tan abstracto como el terror? Existirán otros, pero tan terroríficamente bellos, imposible.
Taylor
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