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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
7
Drama. Bélico Obra inspirada en los libros de Pat Reid. La película retrata la vida en un campo de prisioneros y los intentos de huida. Estuvo nominada al BAFTA de 1956. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guy Hamilton, salvo en la parte final de su carrera, que más vale olvidar, siempre fue un cineasta interesante dentro de sus limitaciones. Autor de una excelente versión de An Inspector Calls, de uno de los mejores Bond (Goldfinger) y uno de los mejores Harry Palmer (Funeral en Berlín), de una excéntrica pero fascinante versión de George Bernard Shaw (El discípulo del diablo), y de la presentación en sociedad de Elsa Martinelli (Manuela), se adelantó en casi una década a la madre de todas las películas de evasiones (La gran evasión), con permiso de monsieur Becker, por supuesto, y rodó esta curiosa cinta sobre la prisión de Colditz, que debía ser algo así como la Casa de Tócame Roque, o el Castillo de los Despropósitos, porque fugarse era una especie de rutina diaria. Aparte de retratar con mucha sorna el chovinismo de los británicos, que despreciaban como torpes a sus compañeros de cárcel franceses, holandeses, y no digamos ya a los polacos, la historia apela a la solidaridad de los perdedores para intentar escapar a su destino. Cuesta creer que los alemanes fueran tan bonachones y pacientes: hubo trescientos veinte intentos de fuga hasta que el campamento fue liberado. Un sinvivir, vamos. La película se apoya en un sólido reparto capitaneado por John Mills y un Eric Portman que se los come a todos en cada escena que aparece. También distinguimos a los habituales Lionel Jeffries, Bryan Forbes antes de convertirse en un director más que competente, Ian Carmichael y el inefable Anton Diffring, en su habitual papel de malvado nazi (cuando en realidad había huido de su país en 1939).
Es una de esas obras netamente británicas, resueltas con gusto y elegancia, olvidadas en alguna estantería polvorienta, hasta que el DVD fue a hacerse cargo de ellas. Vale la pena darle un tiento.
Eduardo
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