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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
7
Drama Inspirado en hechos reales poco conocidos cuando en el año 2006, durante las negociaciones de paz en Irlanda del Norte dos eternos enemigos, el líder del Sinn Fein Martin McGuinness y el implacable unionista Ian Paisley, compartieron un viaje. La situación propició un inusual encuentro que quizá cambiara el curso de la historia. (FILMAFFINITY)
4 de septiembre de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaría desaconsejando a quien se la suda la cuestión del Ulster que no vea la película, pero una vez digerida y meditada, creo que se trata de una cinta que va más allá de la plasmación (probablemente ficticia) de un encuentro histórico. Dicho encuentro se produjo, en efecto, pero jamás ha trascendido cómo, cuándo y dónde se encontraron cara a cara el reverendo Ian Paisley y Martin McGuinness, los dos líderes de las partes implicadas en un conflicto sangriento, complicado y difícil de solucionar. Nick Hamm y Colin Bateman lo imaginan dentro de un coche que se dirige al aeropuerto de Edimburgo, en medio de una gran tormenta, para que el reverendo pueda subir a un avión que le trasladará a Belfast, pues aquella noche celebra su cincuenta aniversario de bodas. Los dos hombres, que llevan 30 años sin hablarse, se sienten incómodos al principio, pero poco a poco van dando rienda suelta a sus fobias mutuas hasta desembocar en el verdadero meollo de la función: cómo impedir que siga vertiéndose sangre por culpa de la desidia, la intransigencia, la falta de respeto al contrario y la sensación de superioridad sobre el enemigo. Una película muy aconsejable para ciertos líderes xenófobos, fanáticos y supremacistas, que intentan acabar con la convivencia de una comunidad, un país, como quieran llamarlo, en el cual he nacido, he vivido hasta hoy, y no deseo abandonar.
La película, estructurada como una obra teatral, va presentando los sucesivos, levísimos cambios, que se van produciendo entre los dos hombres a medida que el coche renquea hacia su destino, con momentos cumbre como el diálogo en la iglesia abandonada, el (divertido) sermón de Paisley en la gasolinera, o la excelente escena final, donde queda claro que no por permitir un futuro mejor a las generaciones más jóvenes hay que renunciar a unos ideales fuertemente enraizados. Es una cuestión de convivencia, no de supremacía de unos sobre otros. Naturalmente, nada sería igual sin el meritorio trabajo actoral de Spall y Meaney, sobre los cuales recae todo el peso de la función. Y sin esos diálogos tan bien trabados e intencionados.
Y si queréis saber la verdad, me sobra todo lo tocante a los que están observando gracias a la cámara oculta. Se me antoja artificial e incluso ridículo.
Uno de los últimos trabajos del querido John Hurt. Hora y media bien empleada.
Eduardo
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