La nostalgia por este tipo de cine tan en boga durante los 50 y 60 no oculta la realidad de sus innumerables defectos: efectos especiales que dan ternura, maquetas infectas, transparencias descaradas, interpretaciones horrendas, errores de montaje garrafales, decorados de cartón piedra... Podríamos continuar. En la que nos ocupa, el soso Lex Barker, que sabía enarcar muy bien la ceja y poco más, es un capitán de la Armada al que degradan por haber acogido a unas cuantas putas, perdón, náufragas, en su barco, una barata añagaza para que los piratas le robaran el tesoro que llevaba a bordo. Reconvertido a su vez en pirata, descubrirá al traidor, liquidará al malo malísimo Livio Lorenzon, especialista en la materia, y se quedará con la mano y todo lo demás de la hermosa Estella Blain, toda virtud y donaire. También sale Liana Orfei, hermana de Moira, y su cruzado mágico, pero como es gitana y puta lo paga caro. Se trata de una película para ver parapetado tras el sentido del humor, de lo contrario es un ejercicio inútil. La fotografía es decente, la música adecuadamente sinfónica, las batallas y duelos estropeados por la estulticia de los extras y demás, y curiosamente los buenos son los españoles, pese a ser una coproducción francoitaliana. Qué cosas.