He aquí una película rara, exhumada de la fosa del olvido gracias al DVD. Resulta que una grácil y vivaracha espía se disfraza de negra (sic) para extraer información de las filas de los confederados, pero, ay, se enamora de un apuesto oficial enemigo. Durante el metraje se van alternando momentos de sofocón, cánticos espirituales sin ton ni son, intrigas grotescas, tiroteos y romances tontorrones, sin alcanzar la hora y media de duración. Si bien está muy bien filmada por George J. Folsey, el muy irregular guión da al traste con las buenas intenciones. Marion Davies, más conocida por su relación sentimental con William Randolph Hearst, fue una diva durante el cine mudo, pero la llegada del sonoro desnudó cruelmente sus limitaciones. Digámoslo claro: Davies está fatal cuando hace de blanca, que es lo que es, pero cuando hace de negra, apaga y vámonos. Aparte de que su dicción es un insulto para los de color, sus mohines, caídas de ojos y voz gangosa consiguen que te retuerzas de risa en la butaca. Gary Cooper hace lo que puede, y está guapo, qué caramba, que para eso le pagaban. Los secundarios defienden la función, Folsey filma escenas como aprendió de Eisenstein, y Boleslawski, nacido en Polonia y educado en Moscú, se aplica con corrección a su cometido. Pero esos momentos musicales empotrados de mala manera en la historia... Lo dicho, una rareza para amantes de películas desquiciadas.