Escuchad, chic@s: si queréis saber algo de El Decamerón, procuraros cuanto antes el DVD del film de Pasolini. Lo que ha hecho ese tal Jeff Baena no tiene nombre, ni siquiera apellidos. Puede que a él le parezca enormemente gracioso que las monjas hablen en plan choni poligonera, que los diálogos parezcan sacados de una reunión de raperos crackeados hasta las cejas, que las situaciones en teoría humorísticas caigan en una versión chusca de los espectáculos de Colsada, y que todo parezca una función de fin de curso conchabada entre estudiantes de ambos sexos muy salidos. Toda la sana concupiscencia del escritor italiano se pierde entre un montón de chistes inaceptables y una sucesión de palabras malsonantes repetidas hasta la saciedad (no tengo nada contra las palabras malsonantes; yo mismo las empleo en mi vida cotidiana con desparpajo y alegría. Lo que no soporto es la falta de ingenio). En pecado están todos los integrantes del reparto y el equipo técnico por haber perpetrado tamaño desaguisado. Es un lamentable ejemplo de adónde ha ido a parar la comedia actual, carente de inteligencia, sentido y sensibilidad. Y de humor. Qué asco.