Pluma de fuego es un western de serie B previsible, donde se citan todos los tópicos posibles, dirigido con soltura por Ray Enright, quien empezó fabricando musicales y acabó convertido en un especialista del western. Un misterioso bandolero, con el concurso de una banda de indios renegados, asalta, saquea y quema los ranchos de la zona. Uno de los damnificados (Hayden) se jura descubrir al villano (los espectadores, en cuanto sale Victor Jory, ya sabemos quién es), sobre todo después de que el teniente Blaine se haya jugado la paga con él a que el ejército se lo pulirá primero. A partir de ahí, pues, empieza el desfile de lugares comunes: el sargento gruñón, el jugador no-tan-malo, la chica del saloon que también tiene su corazoncito, la nena pizpireta que engolosina al ranchero, los malvados indios, el infame traidor, tiroteos, asesinatos en plena calle... Enright dispone las piezas y compone un mosaico que no por visto anteriormente decepciona, con el concurso de un rutilante technicolor servido por Ray Rennahan, una música ora épica, ora melancólica, ora jubilosa del prolífico Paul Sawtell, con 472 créditos (se dice pronto) en su haber, espléndidos paisajes, ágiles persecuciones y recontrapersecuciones, yla inestimable colaboración de unos cuantos actores modélicos, los graníticos Hayden y Tucker, el impasible Arlen, el sórdido Jory, y la pizpireta Barbara Rush, su quinta película y 25 espléndidos añitos.., y los indios, claro está. Siempre me gustaron los westerns "de indios", sus ululatos, las coletas al viento, los grandes plumajes, las flechas despiadadas y los tomahawks ensangrentados. Ver estas películas es un poco como volver a la infancia. No va mal de vez en cuando.