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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Romance. Drama Drama romántico basado en hechos reales sobre el pueblo indígena Tanna, en la república de Vanuatu, un pequeño país que se encuentra en la Polinesia del Pacífico, y centrado en la historia del amor prohibido que surge entre una joven del poblado que se enamora del nieto del jefe de la tribu. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo fascinante de 'Tanna' no debería ser el increíble logro técnico de que la tribu australiana Yakel la haya protagonizado en su totalidad, a pesar de carecer de ningún tipo de formación interpretativa, no digamos ya tener idea alguna de lo que es el cine.
Tampoco se debería cometer el error de simplificarla con un rancio "Romeo y Julieta en la selva", porque el romance de Wawa y Dain carece por completo del carácter desesperado de aquellos amantes, sino que más bien es todo lo contrario, serenidad y alegría ante una decisión que se sabe que será difícil.

'Tanna' es mucho más que eso: la historia real de dos jóvenes que cambiaron su en apariencia pequeño mundo, contado con una magnífica sensibilidad que transforma su sencillo romance en una enorme prueba moral para sus caducos dogmas de fe.
Pero es que además sus directores se han contagiado de la experiencia, consiguiendo una naturalidad capturada con la cámara ante la que es difícil no rendirse, primero por su humildad, segundo por su arrebatadora belleza. En la selva del poblado Tanna todavía existe "algo" que el mundo "civilizado" dejó atrás hace mucho tiempo, una sensación lo más parecida posible a un nuevo edén en la Tierra.

Y sin embargo, al acercarnos a los Tanna, al correr entre sus chiquillos y sumergirnos en sus costumbres, vemos que dicha sensación es solo apariencia: el Katsom, su ley transmitida de padres a hijos, sigue dictando todo lo que son, y todo lo que podrán ser.
No existe la libertad absoluta, ni siquiera en medio del esplendor de la selva.
¿O sí? El romance furtivo entre Dain y Wawa así lo parece, cuando comparten sonrisas entre los árboles, aislados de otros corazones que no comprenden su conexión, que solo sabrían descomponerla en permisos o prohibiciones.

Su relación, sin embargo, es solo la fantasía de dos adolescentes que van a despertar al mundo, como no dejan de recordarles los adultos, al deslizar comentarios medio en broma medio en serio de cuál será su lugar a partir de ahora.
Y no puedes evitar sentir que... esto no debería ser así.
Para ser una sociedad basada en la comunión con lo puro, aislada de las influencias externas y de los suyos convertidos al cristianismo ("los perdidos" dice un venerable anciano), no puedes evitar sentir que los Tanna se equivocan.
Wawa y Dain, escuchando antes su impulso adolescente que una seria idea de que las cosas no deben ser así (aunque ambas no dejen de tener parte de razón), huyen queriendo dejar todo atrás, buscando una tierra prometida para el amor que comparten, una flor ante la que bien valdría cortar el podrido árbol de la tradición.

Los Tanna han vivido toda su existencia como hijos del volcán que corona su isla: pura y poderosa, ella se mantiene, juzgando en silencio a sus descendientes, quizá planteándose cuándo fue que se alejaron tanto del camino de la paz.
Porque en el volcán, filmado con una cualidad de otro mundo, existe una pureza ausente en la sociedad tribal, que si vemos cuando los dos amantes deambulan de un lado a otro, olvidando progresivamente que deben servir a su pueblo, recreándose en la felicidad que les brinda su mutua compañía.
Nadie les comprende: todos intentan poner en duda su unión si no está respaldada por sus padres, nadie quiere enfrentarse a la perspectiva de un amor libre y puro.

Y qué triste que ni en la sociedad "civilizada" o en la naturaleza se pueda encontrar la paz que debería traer la valentía de reclamar lo que queremos.
Actos como los de Wawa y Dain recuerdan la vida que nunca se debe dejar atrás: la que merece ser vivida, la que se vive por uno mismo, no para satisfacer a nadie más.

Ese es el valor de su romance.
Uno que hasta toda su sociedad podrá reconocer puro y fuerte, más fuerte que las diferencias entre poblados o hermanos.
Hay que escuchar a los jóvenes: las más de las veces, sus vidas son ejemplos de que la tradición merece la pena cambiarse.
Charles
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