No cabía en la mente de ningún ciudadano japonés la posibilidad de perder la guerra cuando todo empezó en Pearl Harbor, ni la derrota ni la rendición, ni para el soldado raso ni para ningún general: la única opción asumida por todos era la victoria o la muerte. Y de repente, el mismo emperador le pedía a su pueblo que aceptasen la derrota. La meticulosa reconstrucción de ese día terrible para la historia de Japón, 15 de agosto de 1945, por parte de Okamoto, es una obra maestra del cine y creo que explica a la perfección la mentalidad de un pueblo que en aquellos momentos se encontraba ante la posibilidad real de una destrucción total de su propio país.

Tras las bombas atómicas, con el enemigo a punto de invadir su territorio, el emperador y sus asesores tienen que tomar una decisión histórica: aceptar Postdam y rendirse, acabar con la guerra y por primera vez en su historia pactar una derrota en una guerra. ¿Cómo le dices a alguien que ha estado convencido toda su vida que sólo existe la opción de dar la vida por la patria que, de repente, tiene que dejar de luchar y vivir para reconstruir su país?; "El emperador y el general" refleja el dolor y la incomprensión de quienes de repente deben dejar las armas. Es una obra maestra porque se entiende ese rechazo y a la vez es fácil comprender la decisión del gabinete de poner fin a la guerra.

Al emperador no lo vemos, lo escuchamos, mientras en los generales, oficiales y trabajadores de palacio sólo vemos caras conocidas de la historia del cine japonés, ahí están Mifune y Ryu, y a quien echaba de menos, Nakadai, lo tenemos detrás de las imágenes poniendo esa valiosa voz en off. Mucho se puede hablar y leer de la decisión del emperador, el intento de sublevación y las decisiones de cada uno de los ministros y jefes, pero otra cosa es verlo con los ojos del espectador que admira el buen cine y que además es seguidor de la historia y cultura de Japón. Por eso es un diez, por eso "El emperador y el general" es una obra maestra incuestionable. Hay intensidad, hay reflexión, hay tristeza, emociones contenidas y de forma precisa se nos ofrece la opción de entender algo de su sentido del honor, su ética y su cultura.

Ahí está 'El crisantemo y la espada', ahí afuera hay de todo, pero ¿verlo?; ¿ver los ojos del primer ministro?, ¿oír al ministro de guerra?, ¿los gritos del soldado raso?: eso sólo puede hacerlo el cine.