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Voto de Miquel:
8
7,4
22.483
Drama
A principios del siglo XX, un compositor alemán de delicada salud y cuya última obra acaba de fracasar, llega a Venecia a pasar el verano. En la ciudad de los canales se sentirá profundamente atraído por un hermoso y angelical adolescente, sentimiento que le irá consumiendo mientras la decadencia también alcanza a la ciudad en forma de epidemia... Adaptación de la obra homónima del escritor Thomas Mann. (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2010
87 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda entrega de la “trilogía alemana” de Luchino Visconti (1906-76). Es una de las obras de mayor renombre del autor, aunque no es la mejor. El guión, de Visconti y Nicola Badalucco, adapta libremente la novela “Der Tod in Venedig” (1912), del novelista alemán Thomas Mann (1875-1955), inspirada en la vida del compositor Gustav Mahler (1860-1911). Se rueda en escenarios naturales de Venecia (Plaza San Marcos, Teatro La Fenice, Lido...), en Bolzano y los Dolomitas y en los platós de Cinecittà Studios (Cinecittà, Roma). Nominado a un Oscar (vestuario), obtiene 4 premios Bafta y el premio especial del 25 aniversario del Festival de Cannes. Producido por Luchino Visconti para Alfa Cinematografica, se estrena el 1-III-1971 (RU).
La acción tiene lugar en Venecia, durante el verano de 1911. El compositor alemán, residente en Munich, Gustav von Aschenbach (Bogarde) se hospeda en el Hotel des Bains, del Lido de Venecia, al objeto de descansar, recuperarse de una crisis cardiaca y recomponer los ánimos tras el fracaso de su último concierto, recibido con abucheos por el público. Llega solo, extenuado y embargado por sentimientos de frustración debidos a la pérdida de la felicidad familiar, recuerdos de la hija pequeña fallecida y el rechazo de sus últimas composiciones de vanguardia. Sólo habla, escasa y esporádicamente, con el gerente del hotel (Valli), el jefe de recepción, un cantante callejero, un gondolero ilegal, el cajero de un banco y el barbero (Fabrizi). Queda fascinado de la belleza ambigua de Tadzio (Andrésen), un adolescente polaco, de unos 13 años, que se aloja en el mismo hotel con su madre (Mangano), sus tres hermanas y una institutriz. Con el chico intercambia miradas, pero nunca tienen una conversación.
El film suma drama, drama psicológico, enfermedad, vejez, fantasía y homosexualidad. El protagonista sufre en su interior una lucha abierta entre lo que le dicta la razón (junto a la costumbre de toda la vida) y los impulsos que recibe de sus apetitos y deseos. Decide no ceder al deseo y regresar de inmediato a Munich, pero unos imprevistos se lo impiden. A partir de este momento el film aborda una pausada reflexión sobre los conceptos de arte, belleza y vida. Lo hace por medio de unos diálogos interiores que el realizador explica con la ayuda de flashbacks.
El ambiente que envuelve el relato presenta un enrarecimiento progresivo de la mano de la presencia cada vez más próxima y determinante de la muerte. De ella hablan el reloj de arena, el indigente que se desploma en la calle, las imágenes de una Venecia envejecida por el paso del tiempo, la erosión y la humedad, la desinfección de las calles, el avance silencioso de la enfermedad, etc. En este marco, melancólico y sombrío, la película centra la atención en varias cuestiones capitales.
La acción tiene lugar en Venecia, durante el verano de 1911. El compositor alemán, residente en Munich, Gustav von Aschenbach (Bogarde) se hospeda en el Hotel des Bains, del Lido de Venecia, al objeto de descansar, recuperarse de una crisis cardiaca y recomponer los ánimos tras el fracaso de su último concierto, recibido con abucheos por el público. Llega solo, extenuado y embargado por sentimientos de frustración debidos a la pérdida de la felicidad familiar, recuerdos de la hija pequeña fallecida y el rechazo de sus últimas composiciones de vanguardia. Sólo habla, escasa y esporádicamente, con el gerente del hotel (Valli), el jefe de recepción, un cantante callejero, un gondolero ilegal, el cajero de un banco y el barbero (Fabrizi). Queda fascinado de la belleza ambigua de Tadzio (Andrésen), un adolescente polaco, de unos 13 años, que se aloja en el mismo hotel con su madre (Mangano), sus tres hermanas y una institutriz. Con el chico intercambia miradas, pero nunca tienen una conversación.
El film suma drama, drama psicológico, enfermedad, vejez, fantasía y homosexualidad. El protagonista sufre en su interior una lucha abierta entre lo que le dicta la razón (junto a la costumbre de toda la vida) y los impulsos que recibe de sus apetitos y deseos. Decide no ceder al deseo y regresar de inmediato a Munich, pero unos imprevistos se lo impiden. A partir de este momento el film aborda una pausada reflexión sobre los conceptos de arte, belleza y vida. Lo hace por medio de unos diálogos interiores que el realizador explica con la ayuda de flashbacks.
El ambiente que envuelve el relato presenta un enrarecimiento progresivo de la mano de la presencia cada vez más próxima y determinante de la muerte. De ella hablan el reloj de arena, el indigente que se desploma en la calle, las imágenes de una Venecia envejecida por el paso del tiempo, la erosión y la humedad, la desinfección de las calles, el avance silencioso de la enfermedad, etc. En este marco, melancólico y sombrío, la película centra la atención en varias cuestiones capitales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Establece que el arte es una construcción humana, fruto de la inteligencia, la pasión y las habilidades; que la belleza se halla situada más allá y por encima de la naturaleza; que la perfección, el perfeccionismo, el detallismo, la integridad moral, etc., no tienen relación con la belleza. Sobretodo quiere comunicar que Gustav, el músico, el maestro, el compositor, el artista, ha dedicado toda la vida al cultivo de los valores estéticos. Al final del camino alteran su paz interior numerosas dudas y abundantes incertidumbres. Pese a todo sigue empeñado en la búsqueda de la belleza.
Rinde homenaje a la vejez, la decrepitud, la ancianidad, la fugacidad del tiempo, la brevedad natural de la vida. Ni la edad avanzada, ni la enfermedad, impiden al ser humano el goce del placer estético, la experiencia más excelsa. Es una experiencia de plenitud que da sentido a la vida y la alienta. Sólo han gozado plenamente de la vida aquéllos que han incorporado a las suyas la emoción estética y han hecho de ésta la razón de la propia existencia.
Se habla de la dualidad de la vida y de la lucha que se establece con frecuencia, o inevitablemente, entre la razón y la pasión, la moral y el deseo, el arte y lo vulgar, la belleza y la mediocridad, los valores y el egoísmo. La opción por el arte, la belleza y la experiencia estética, es la más rica y satisfactoria. Es superior en relación a las demás, la única que ennoblece el espíritu y lo engrandece, la que eleva al ser humano por encima de lo temporal y transitorio para llevarlo a vivencias superiores.
Los diálogos son escasos y breves. El discurso narrativo se desarrolla con la mente y mediante evocaciones del pasado a través de siete flashbacks. La ausencia de un narrador se suple con una invitación a activar la capacidad de percepción de lo que se sugiere con gestos sencillos, expresiones corporales contenidas, sobreentendidos y detalles alegóricos o simbólicos. Nos habla de la proximidad del final del protagonista, de la conclusión de una época, de la extinción de una clase social (la aristocracia) y del alba de un tiempo nuevo, turbulento e incierto. La interpretación de Dirk Bogarde (1921-99) es considerada por muchos la mejor de su carrera. Silvana Mangano encarna la serena plenitud de la belleza humana.
La banda sonora suma cortes de la 3ª y 5ª sinfonías de Mahler, de modo especial del “adagietto” de la 5ª sinfonía, que hace las veces de leitmotiv. Añade fragmentos de la opereta “La viuda alegre”, de Lehar, de una canción popular napolitana (“La risata”), de “Canción de cuna” de Mussorgsky y de la composición para piano “Para Elisa”, de Beethoven. La fotografía, de Pasquale de Santis (“La caída de los dioses”, 1969), en color (technicolor) y pantalla panorámica, se sirve de una cámara tranquila, de suaves movimientos y abundantes “zooms” de aproximación, según la moda del momento. Compone imágenes suntuosas, de gran belleza plástica.
Rinde homenaje a la vejez, la decrepitud, la ancianidad, la fugacidad del tiempo, la brevedad natural de la vida. Ni la edad avanzada, ni la enfermedad, impiden al ser humano el goce del placer estético, la experiencia más excelsa. Es una experiencia de plenitud que da sentido a la vida y la alienta. Sólo han gozado plenamente de la vida aquéllos que han incorporado a las suyas la emoción estética y han hecho de ésta la razón de la propia existencia.
Se habla de la dualidad de la vida y de la lucha que se establece con frecuencia, o inevitablemente, entre la razón y la pasión, la moral y el deseo, el arte y lo vulgar, la belleza y la mediocridad, los valores y el egoísmo. La opción por el arte, la belleza y la experiencia estética, es la más rica y satisfactoria. Es superior en relación a las demás, la única que ennoblece el espíritu y lo engrandece, la que eleva al ser humano por encima de lo temporal y transitorio para llevarlo a vivencias superiores.
Los diálogos son escasos y breves. El discurso narrativo se desarrolla con la mente y mediante evocaciones del pasado a través de siete flashbacks. La ausencia de un narrador se suple con una invitación a activar la capacidad de percepción de lo que se sugiere con gestos sencillos, expresiones corporales contenidas, sobreentendidos y detalles alegóricos o simbólicos. Nos habla de la proximidad del final del protagonista, de la conclusión de una época, de la extinción de una clase social (la aristocracia) y del alba de un tiempo nuevo, turbulento e incierto. La interpretación de Dirk Bogarde (1921-99) es considerada por muchos la mejor de su carrera. Silvana Mangano encarna la serena plenitud de la belleza humana.
La banda sonora suma cortes de la 3ª y 5ª sinfonías de Mahler, de modo especial del “adagietto” de la 5ª sinfonía, que hace las veces de leitmotiv. Añade fragmentos de la opereta “La viuda alegre”, de Lehar, de una canción popular napolitana (“La risata”), de “Canción de cuna” de Mussorgsky y de la composición para piano “Para Elisa”, de Beethoven. La fotografía, de Pasquale de Santis (“La caída de los dioses”, 1969), en color (technicolor) y pantalla panorámica, se sirve de una cámara tranquila, de suaves movimientos y abundantes “zooms” de aproximación, según la moda del momento. Compone imágenes suntuosas, de gran belleza plástica.