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Voto de Miquel:
8
5 de agosto de 2011
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente melodrama realizado por el especialista John M. Stahl (1886-1950). Escrito por Gene Fowler, Ben Hecht, Gladys Lehman y Lynn Starling, adapta la novela “Back Street” (1931), de Fannie Hurst. Se rueda en los Universal Studios (Universal City, L.A, CA) con un presupuesto modesto. Producido por Carl Laemle para Universal Pictures, se proyecta por primera vez en público el 1-IX-1932 (EEUU, preestreno). La acción dramática tiene lugar en Cincinnatti (Ohio), NY y París entre 1907 y 1932 aproximadamente.
La protagonista es Ray Schmidt (Dunne), hija de un tendero de origen alemán, establecido en Cincinatti, viudo y casado en segundas nupcias. Ray es de carácter independiente, liberal, vitalista, alegre e inteligente. No se deja dominar por la madastra, autoritaria e intrusiva. Tiene éxito con los hombres de su edad y mayores, pero se mantiene soltera a la espera de encontrar el amor de su vida. Le gusta acudir a los bailes que organiza la Cervecería Rhin. Mantiene una buena amistad con el joven Kurt Shendler (Meeker), trabajador, serio, servicial, amable, soñador y ambicioso, que regenta un negocio de venta y reparación de bicicletas y forma parte de la colonia alemana local. En la estación del tren conoce al joven Walter Saxel (Boles), de Hamilton, apuesto y elegante, que acude a visitar a su prometida, la hija de los Travers. Freda (Clyde) es la hermanastra de Ray, que confía más en ésta que en su madre sobreprotectora y absorbente.
El film desarrolla una narración contenida y sumamente austera, que se apoya en gran medida en la exploración serena y equilibrada de los sentimientos internos de los personajes. Se interesa por su mundo interior de afanes, deseos, frustraciones, alegrías, ideas y esperanzas. Evita las expresiones desmelenadas, arrebatadas y desmesuradas de dolor, desesperación, pasión y amor, para focalizar la atención en el análisis de los sentimientos humanos que se manifiestan a través de la mirada, los silencios, pequeños gestos y la expresión corporal espontánea y natural de los actores y actrices. Los diálogos son breves y las intervenciones casi lacónicas, pero claras y terminantes. Nadie dice una palabra más alta que la otra. La acción avanza con elegancia, equilibrio y una sobriedad sorprendente y muy gratificante.
Al servicio de la narración, el realizador hace uso con sentido de la oportunidad y de la fuerza expresiva de figuras como la elipsis, el sobreentendido y el fuera de campo, que complementa con sugerencias e indicaciones sutiles y bien templadas. El resultado es un trabajo sólido, exquisito, sensible y cautivador. Refuerza la potencia del film con una soberbia economía de medios que evita lo accidental y lo accesorio para explicar solo lo que es esencial y realmente significativo.
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La protagonista es Ray Schmidt (Dunne), hija de un tendero de origen alemán, establecido en Cincinatti, viudo y casado en segundas nupcias. Ray es de carácter independiente, liberal, vitalista, alegre e inteligente. No se deja dominar por la madastra, autoritaria e intrusiva. Tiene éxito con los hombres de su edad y mayores, pero se mantiene soltera a la espera de encontrar el amor de su vida. Le gusta acudir a los bailes que organiza la Cervecería Rhin. Mantiene una buena amistad con el joven Kurt Shendler (Meeker), trabajador, serio, servicial, amable, soñador y ambicioso, que regenta un negocio de venta y reparación de bicicletas y forma parte de la colonia alemana local. En la estación del tren conoce al joven Walter Saxel (Boles), de Hamilton, apuesto y elegante, que acude a visitar a su prometida, la hija de los Travers. Freda (Clyde) es la hermanastra de Ray, que confía más en ésta que en su madre sobreprotectora y absorbente.
El film desarrolla una narración contenida y sumamente austera, que se apoya en gran medida en la exploración serena y equilibrada de los sentimientos internos de los personajes. Se interesa por su mundo interior de afanes, deseos, frustraciones, alegrías, ideas y esperanzas. Evita las expresiones desmelenadas, arrebatadas y desmesuradas de dolor, desesperación, pasión y amor, para focalizar la atención en el análisis de los sentimientos humanos que se manifiestan a través de la mirada, los silencios, pequeños gestos y la expresión corporal espontánea y natural de los actores y actrices. Los diálogos son breves y las intervenciones casi lacónicas, pero claras y terminantes. Nadie dice una palabra más alta que la otra. La acción avanza con elegancia, equilibrio y una sobriedad sorprendente y muy gratificante.
Al servicio de la narración, el realizador hace uso con sentido de la oportunidad y de la fuerza expresiva de figuras como la elipsis, el sobreentendido y el fuera de campo, que complementa con sugerencias e indicaciones sutiles y bien templadas. El resultado es un trabajo sólido, exquisito, sensible y cautivador. Refuerza la potencia del film con una soberbia economía de medios que evita lo accidental y lo accesorio para explicar solo lo que es esencial y realmente significativo.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
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Aplica una mirada profunda al estudio de la condición humana, la fuerza del destino, los sentimientos de las personas y las dimensiones del drama interior que pesa sobre algunos más que sobre otros. Se interesa por las cadenas causales y sus efectos en el ámbito de la intimidad de la persona y en el de sus relaciones con los demás. El film no es un mero trabajo de descripción, porque se interesa por las causas, las consecuencias, las relaciones y las interrelaciones que definen las situaciones y determinan su dinámica y su profundidad. Se sirve de elementos expresivos que funcionan como símbolos, analogías o evocaciones, como es el caso del gorrión enjaulado que acompaña la soledad de Ray, las barras cruzadas sobre las que se superpone la imagen de la chica en la sala de fiestas (reproducida en uno de los carteles del film), las sombras que envuelven el aislamiento y la marginación de Ray en el trasatlántico, mientras la mayoría del pasaje trata de entablar nuevas amistades.
El film elogia el progreso, la ruptura de los viejos esquemas del pasado, la absurda cantinela de siempre sobre la falta de valores de los jóvenes, la laboriosidad y el valor del esfuerzo, el amor verdadero y las renuncias que reclama. Denuncia el culto a las apariencias, la hipocresía, el egoísmo, la debilidad de quienes se aprovechan de dobles juegos, el autoritarismo, la resistencia al progreso de las ideas y las costumbres, etc. Compone un retrato conmovedor del amor verdadero que entiende como entrega sin límites, sin esperar nada a cambio, apegado a la austeridad, sacrificado y capaz de convivir con la resignación, la espera, la soledad y la renuncia.
La banda sonora, dirigida por David Broeckman (“Frankenstein”, Whale, 1931) y James Dietrich, es breve y diegética. Se limita a los bailes vieneses y marchas de las orquestas de la Cervecería Rhin y del Eden Park. En ambos casos el grupo orquestal es mayoritariamente de viento con un solitario violín en la cervecería. De ese modo las melodías acentúan su carácter dramático y acotan el lirismo de las piezas originales. Las composiciones vienesas constituyen la ambientación pertinente para el entretenimiento de una colonia alemana melómana, festiva y bebedora de cerveza. El relato se presenta salpicado de puntos de ironía y humor.
La fotografía, de Karl Freund (“Metrópolis”, Lang, 1927), en B/N, ofrece un par de juegos de cámara que dejan constancia de su habilidad y grandes aptitudes. Es sumamente emotivo el travelling de alejamiento que cierra la escena del concierto en Eden Park y el juego de planos con los que se describe la soledad y se explican los sentimientos de humillación de Ray en el buque que la traslada a Europa. Compone elegantes encuadres desde la espalda de los protagonistas, contraluces vibrantes, primeros planos penetrantes y un par de besos apasionados en la boca de los enamorados que revelan que espectadores e intérpretes nos hallamos en un tiempo previo al ominoso código Hayes.
Aplica una mirada profunda al estudio de la condición humana, la fuerza del destino, los sentimientos de las personas y las dimensiones del drama interior que pesa sobre algunos más que sobre otros. Se interesa por las cadenas causales y sus efectos en el ámbito de la intimidad de la persona y en el de sus relaciones con los demás. El film no es un mero trabajo de descripción, porque se interesa por las causas, las consecuencias, las relaciones y las interrelaciones que definen las situaciones y determinan su dinámica y su profundidad. Se sirve de elementos expresivos que funcionan como símbolos, analogías o evocaciones, como es el caso del gorrión enjaulado que acompaña la soledad de Ray, las barras cruzadas sobre las que se superpone la imagen de la chica en la sala de fiestas (reproducida en uno de los carteles del film), las sombras que envuelven el aislamiento y la marginación de Ray en el trasatlántico, mientras la mayoría del pasaje trata de entablar nuevas amistades.
El film elogia el progreso, la ruptura de los viejos esquemas del pasado, la absurda cantinela de siempre sobre la falta de valores de los jóvenes, la laboriosidad y el valor del esfuerzo, el amor verdadero y las renuncias que reclama. Denuncia el culto a las apariencias, la hipocresía, el egoísmo, la debilidad de quienes se aprovechan de dobles juegos, el autoritarismo, la resistencia al progreso de las ideas y las costumbres, etc. Compone un retrato conmovedor del amor verdadero que entiende como entrega sin límites, sin esperar nada a cambio, apegado a la austeridad, sacrificado y capaz de convivir con la resignación, la espera, la soledad y la renuncia.
La banda sonora, dirigida por David Broeckman (“Frankenstein”, Whale, 1931) y James Dietrich, es breve y diegética. Se limita a los bailes vieneses y marchas de las orquestas de la Cervecería Rhin y del Eden Park. En ambos casos el grupo orquestal es mayoritariamente de viento con un solitario violín en la cervecería. De ese modo las melodías acentúan su carácter dramático y acotan el lirismo de las piezas originales. Las composiciones vienesas constituyen la ambientación pertinente para el entretenimiento de una colonia alemana melómana, festiva y bebedora de cerveza. El relato se presenta salpicado de puntos de ironía y humor.
La fotografía, de Karl Freund (“Metrópolis”, Lang, 1927), en B/N, ofrece un par de juegos de cámara que dejan constancia de su habilidad y grandes aptitudes. Es sumamente emotivo el travelling de alejamiento que cierra la escena del concierto en Eden Park y el juego de planos con los que se describe la soledad y se explican los sentimientos de humillación de Ray en el buque que la traslada a Europa. Compone elegantes encuadres desde la espalda de los protagonistas, contraluces vibrantes, primeros planos penetrantes y un par de besos apasionados en la boca de los enamorados que revelan que espectadores e intérpretes nos hallamos en un tiempo previo al ominoso código Hayes.