¿Quién no ha querido alguna vez cambiar el pasado o conocer su futuro? ¿Quién no ha querido alguna vez ser capaz de adornar, por poco que fuera, su triste realidad? ¿Quién no ha soñado con detener el tiempo o repetir instantes de fugaz felicidad? ¿Quién no habría dispuesto a darlo todo por rescatar de las ruinas del olvido cierta persona amada, aunque sólo fueran unas horas? Pues de todo ello nos habla El efecto mariposa, aunque a su manera peculiar de "thriller para adolescentes", o película "comercial", que es como llaman ahora a la universalidad en el mensaje y a la posibilidad de disfrutarlo sin pasar antes ningún casting. Una pollada, vamos.

Por mi parte, sin embargo, debo confesar que disfruté mucho viendo esta película; diría que los actores cumplen sobradamente y que el ritmo y el montaje son espléndidos, acelerando y decelerando según el momento, convirtiendo el visionado de la cinta en algo así como un eterno clímax, donde afloran continuamente las sorpresas y los retos. ¿Que el calado reflexivo daba para más? Posiblemente, pero por lo que a mí respecta y dentro de este género propio en que se han convertido los viajes en el tiempo, El efecto mariposa me parece casi casi un pequeño oasis. Y es que sí, sigo emocionándome de alguna manera cuando llega el final -perfecto- y suena la canción del grupo homónimo, por muy comercial que ésta pueda ser (¿dirían que lo es?).

El caso es que aburrirse con esta cinta es prácticamente un imposible, y si además se es, como tiende a ser un servidor, de los que ven poesía en el mundanal ruido y muy poco necesitan para dibujar arte o evocarlo de la nada, las correrías del guapo Kutcher y de la guapa Smart pueden ser un buen filón para inspirarse. Universalidad, amigos. Cosas peores se han visto. No seré yo el que se avergüence de nada. ¿Y tú? ¿Estás contento con cómo han ido las cosas hasta ahora desde que paraste el tiempo para acabar en esta crítica? El Caos -o el azar- es lo que tiene.