Katharine Hepburn es maravillosa, una máquina de la interpretación que, aún teniendo ya 78 años y padeciendo de forma clara un parkinson que ella negaba aludiendo que era una característica heredada de su padre, nos deja aquí una lección de interpretación. Se trata esta película de un pequeño trabajo de corta duración y escasamente conocido, donde la veterana actriz interpretaría uno de sus último papeles, el de Grace Quigley, una anciana que está cansada de vivir y que ve la oportunidad de oro de terminar con su agonía en la figura de un asesino a sueldo, interpretado ni más ni menos que por un joven y atractivo Nick Nolte. Parece ser que la pareja protagonista no se llevó precisamente bien durante el rodaje. La Hepburn, cuando llegó a ella un primer guión del proyecto unos 12 años antes, quería que su amigo el actor Steve McQueen fuera quién se encargara de este personaje. El proyecto se fue retrasando y McQueen acabaría falleciendo antes de que el mismo tuviera luz verde. Ahí sería cuando entraría escena un Nolte con problemas ya con la bebida y que más de una vez aparecía seriamente perjudicado en el rodaje, lo que exasperaba a la Hepburn. A pesar de todo ello, ambos están perfectos en sus respectivos papeles, junto a unas divertidas Kit Le Fever y, sobre todo, Elizabeth Wilson. Entretenida, para disfrutar de uno de los últimos trabajos en la pantalla de una diosa como era la gran e inolvidable Katharine Hepburn.