Le pasa lo que a mí, que ha cambiado la identidad para que no le puedan perseguir y le dejen en paz. Barry Sullivan es el señor Flagg y en tiempos debió ser un mafioso de alto Standing, como yo. Se supone que fue chantajista, ladrón y asesino, ahora es el ilustre padre de un crío al que educa en los principios del deporte cinegético: Que no se escape la pieza. Eso es lo bueno de haber practicado con armas.

El señor Flagg se ha reformado y la policía le quiere y él, como buen ciudadano, va a cooperar para quitar de enmedio a toda la purrela de Miami. Esa gente se divierte y tiene mujeres encima como Adele Jergens que incitan a entrar en el sindicato del Crimen.

La película empieza como un documental informativo. Miami ha crecido en población en un suspiro y cuando crece la población, crece la morralla. Luego, parece que se pretende hacer creer con este tema que un individuo mafioso puede recuperarse para la sociedad. Sí, hay gente que cree en esas paparruchas y así nos va. Pero Barry Sullivan es distinto y casi puede decirse que hace de policía por lo que por nuestra parte, ya de entrada, queda redimido de sus antiguas penas. Con el tiempo apareció Miami Vice para seguir con el tema pero por lo que se refiere a esta The Miami Story, se cierra el capítulo con interés. Cuando uno va sobrado, pues nada, a callar.