Burt Reynolds en uno de sus papeles estelares nos presenta al sargento de policía Shark que es destinado a Antivicio. Un policía incansable y serio. Allí se junta con un jefe desquiciado y con unos compañeros hasta las cejas de trabajo. Será ya una constante en la trama la camaradería que destila la película. La plantilla argumental al estar bien hecha funciona sin más si no esperamos logros espectaculares. Nuestro amigo Burt lo sabe de sobra y así intentará dirigir la película.

Con un ritmo lento para ocuparse del romanticismo, Shark se pone a vigilar a Dominoe, una prostituta de lujo enredada con un político y metida en turbios asuntos.

El avance de la película entra en una dinámica intrigante sin dejar atrás el incipiente enamoramiento del poli de su objetivo. Siempre se dice que uno no debe mezclarse sentimentalmente con el trabajo, pero el amor va por libre. No necesito decir que Burt Reynolds convence en su papel de policía duro de los de antes y que el reparto es de lujo: nada menos que Vittorio Gassman y Rachel Ward, más pesos pesados como Brian Keith, Charles Durning, Henry Silva... Burt Reynolds ya era entonces de la vieja escuela de tipos duros, de los que usa Varon Dandy y se afeita con cuchilla, siempre cae bien. Fue un precursor de tantos por venir a este género e ideal para estos papeles.

La película tarda en romper por la brecha de la violencia pero cuando lo hace, lo hace bien, como se espera por los innumerables seguidores de este actor.