Si quieres pasar de historias sobre lo mala que es y prefieres verla y leer entrelineas para descubrir pequeñas curiosidades (intrascendentes del todo), pero con algo de encanto, aquí tenemos un buen ejercicio para valorar aspectos desde otro punto de vista.

La mujer, Lena Olin, está sensacional como juez -y como mujer-. Lleva un asunto muy peligroso entre manos y los testigos se le están muriendo. O sea, alguien los está quitando de en medio, pero no por aligerarla el trabajo precisamente… Lena es la típica mujer que muchos -y muchas- odiarán por saberla superior, superior en esfuerzo, en estudios, en inteligencia y en el dominio general del saber estar. Al mismo tiempo es una mujer que al enamorarse, sabe apartar a un lado la profesionalidad para dejar paso a la simpatía y a la pasión. Me encanta.

Bill Pullman, como ex militar reciclado en guardaespaldas cumple rigurosamente con su deber pero, al mismo tiempo, también quiere cumplir con su hija; y aquí surge una novedad que no había visto, que recuerde, en ninguna película de la misma temática: Su hija tiene el síndrome de Down y está claro que la adora y se desvive por verla ya que su ex mujer (una malvada a todas luces) no le deja. ¿Por qué esta presentación de la niña? Por añadir un toque de riqueza en la personalidad del personaje. Muy bien.

El caso es ambos personajes están conseguidos. Luego, la película tiene un ritmo aceptable, una extraña fotografía y un final bastante original. Pues aquí tienes cosas para pasar de largo, efectivamente. Y no pasa nada. Pero ahí están.