Evidentemente, el relato no puede tomarse como fiel a los hechos. Jack the Ripper nunca fue identificado, en este caso la película ofrece la identificación plena del asesino, aunque da a entender que como sucedió, nunca fue detenido.

Pero sí emplea detalles que se barajaron como probables por Scotland Yard como el vestuario que se le supone usaba, o la creencia que era médico o tenía conocimientos anatómicos precisos, cosa que nunca se pudo asegurar.

Es curioso que la bailarina, una mujer muy simpática y extrovertida, se encapriche de un tío tan zarrio como el personaje de Jack Palance y sea indiferente al típico policía amable del que se enamora siempre la protagonista. Ese detalle queda original porque te esperas que el poli guaperas, que lógicamente se ha fijado en ella porque, lógicamente, es muy atractiva, se la lleve de calle y va la tía y le gusta el amigo Jack Palance, que tira de espaldas con sus extraños comportamientos y su cara de sospechoso permanente. Pero es que ese detalle es fidedigno, las tías son muy caprichosas y por eso el inquilino, Jack Palance, que hace de patólogo, agradecido con ella, intenta terminar con sus instintos depravados, pero como los moros, primero la quiere apartar de su trabajo y de su forma de vida y, por supuesto, la mujer por ahí no pasa.

En la realidad, un individuo como Jack the Ripper que hacía esas atrocidades, seguro que no se comía una rosca con una mujer que no fuera una meretriz. Esta afirmación no figura en los archivos de Scotland Yard pero es cierta y auténtica del todo.