Sorprende gratamente el trato del argumento. En absoluto entra en ternuras lacrimógenas, respeta totalmente su idea de guión desenfadado. Especial es esa toma fija a lo largo de la calle en la que los hermanos corren a su portal y se chocan con una mujer que viene de la compra y se la caen de la bolsa las naranjas rebotando por el suelo. Hay un viejo lenguaje de vecindad en ese encontronazo...

La película dice mucho también del estilo del director. Ha buscado detalles de gran clase para ofrecer partes de un relato íntimo. Es como cuando las manos de él y de ella parece que se quieren chocar, que casi al tocarse se alejan temerosas, tímidas. Una escena de un valor increíble y bien hecha. Igual que cuando Alberto Closas va a la pensión donde juegan a las cartas cuatro mujeres. Aparentemente es un lance simple pero en realidad marca con personalidad mil sensaciones: soledad, hastío, disgusto... Gran secuencia entre otras cosas gracias a la siempre esplendorosa y por desgracia prematuramente desaparecida Laly Soldevilla.

Dos hermanos cuya madre ha fallecido se encuentran de golpe con una vida reciente; por un lado una vida que se marcha desde el fondo de la casa y en contrapartida, una vida nueva que aparece en la puerta de la escalera. Sensacional López Vázquez como siempre y Laura Valenzuela transmitiendo un sentimiento con gran efectividad.

Igualmente, genial ese beso que aciertan a darse Alberto y Laura por encima de López Vázquez cuando está agachado. Tal vez se eche en falta algo más de guión, pero las historias de la vida son así, siempre se echa en falta algo.