Estas películas tipo Indie se acaban sin despedirse. Es lo que tienen. Y hay que entrar en su juego sin más.

El título original es el nombre de los dos mendas a los que vas a ver, dos tipos como la noche y el día que se hacen amigos por su afición a las competiciones de motos. El uno parlanchín, aprovechado y ligón y el otro, un mecánico buenazo. El buenazo es Michael Pollard, que por los 70 fue un secundario muy resultón. En su currículum tiene de protagonista al menos una película absoluta: Dispara Billy, dispara (1972). Robert Redford demuestra su valía en un registro en tono humorístico que no esconde el fondo dramático que conlleva.

Aunque sea una película de motos, no están todo el rato de carreras con el ruido ensordecedor. Cuenta los avatares de los dos amigos y ahí es donde digo que tienes que aceptar que no hay más tiempo que el que transcurre en la película, como si fuera a tiempo real, porque si no, no se entiende que les dé para viajar, para hospedarse, para comer todos los días y demás gastos si dicen que van sin blanca. Y el tiempo pasa. Y lo aceptas porque la película es muy entretenida y rara. Aquí la gente se marcha a la chica callando. Sin hacer ruido y así se despide la película. Una película que cuenta mucho más de lo que parece, que cuenta el modo de vida de una gente despreocupada, joven y aventurera, y el modo de ser de la gente preocupada, ya mayor, que no lo debería estar, que ve que su hijo tiene muchos pájaros en la cabeza para el mundo en el que vive, y aunque siga adelante, se preocupa.