La única razón por la que Alan Ladd aceptara este papel tan opuesto a su apariencia glamurosa es la de que, es actor. Y cobra. Pero vamos, que Alan Ladd de caballero negro con espada, su peinado y su cutis parece un ave en corral ajeno.
No me ha hecho falta comprobar que el castillo que sale es el de Guadamur, en Toledo. Ahora está muy arreglado e incluso se puede visitar pidiendo permiso a la superioridad.
Alan Ladd, el caballero negro, hace de espía que te partes, yendo por un pasadizo secreto sale directo al trono del rey. Si no lo ves, no lo crees. Que manera de robarle la cartera a uno.
Los disfraces, el decorado, el colorido y las estancias góticas, es lo mejor. Y lo bonito de la sencillez, al punto infantil, y ese amor inmaculado entre el caballero y la princesa de Camelot. Y los planos para el ataque al castillo, qué bonitos dibujos de un trabajo para subir nota. El diseño agresivo del escudo, y las lanzas con sus banderines, y ese yelmo del caballero negro con rejillas bajas en el morro como las de un Tesla, son detalles de lo más agradables.
Y para que no protestes, te ponen las jugadas repetidas de la batalla. A un defensor del castillo que le disparan una flecha se le ve caer desde la derecha, y luego, después de otras jugadas, se ve la misma escena pero por la izquierda. Así se comprueba que no había fuera de juego.