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Voto de Antonio Morales:
7
Drama El viajante de comercio Willy Loman está en crisis. A punto de perder su trabajo, no puede pagar las facturas y su vida familiar se desmorona. Por si esto fuera poco, sus hijos no le respetan y, además, no están a la altura de lo que se esperaba de ellos. (FILMAFFINITY)
3 de enero de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El carácter del cineasta alemán Volker Schlöndorff como lujoso y brillante adaptador literario parece quedar definitivamente confirmado después de esta versión filmada para la televisión de “Muerte de un viajante”, la célebre obra de Arthur Miller, encarnando el papel de Willy Loman, un espléndido Dustin Hoffman que lo había representado en los escenarios de Broadway. En efecto, fue el propio actor quien convenció al cineasta con el fin de aportar una perspectiva distanciada a esa crítica feroz del llamado “sueño americano”. El cineasta demuestra conocer exactamente los límites que separan la novela del teatro y, cada uno de ellos, del cine.

Por eso, su versión filmada parte de elementos netamente teatrales, el patetismo conceptual de unos personajes sin futuro ni horizonte, así como una escenografía plenamente estilizada y funcional, aunque estructurados con el fin de ser observados por el visor de una cámara que llega a moverse con una cierta agilidad e innegable elegancia. El reparto artístico y técnico es de superproducción, Alex North con la música, Michael Ballhaus como operador, un joven John Malkovich y el siempre eficiente Charles Durning.

Desde el estreno de esta obra el 10 de febrero de 1949 en el Morosco Theater de Nueva York, bajo la dirección de Elia Kazan, Miller fue considerado un clásico, resulta curioso que falleciera un mismo 10 de Febrero pero de 2005. El autor consideraba que el arte debía servir para transformar a la sociedad. Esta fue su convicción y su máxima. Aunque a día de hoy, algunos de sus planteamientos ideológicos hayan quedado obsoletos, no es menos cierto que la desgarradora conexión entre los conflictos y colisiones que plantean sus obras, es lo que siempre atrajo al público incluyendo los de este nuevo siglo. Su teatro fue cada día menos americano y más universal, Arthur Miller hablaba a todos los seres humanos más allá de su raza, religión, sexo, nacionalidad o circunstancias sociales o políticas en las que se encontraran.

Pienso que lo que más sigue inquietando de este texto es su demoledora capacidad para poner contra las cuerdas a esta sociedad maquillada de bienestar, confort, éxito y consumismo. Pues en lo más hondo de nuestra conciencia, todos sabemos que esto no es más que un escaparate y que todo se puede tambalear bajo nuestros pies. De ahí que en cada visionado de esta terrible historia de frustración y desesperanza, el espectador perciba que el destino de Willy Loman, un pobre diablo que no puede evitar que de repente su universo se derrumbe, también puede ser el nuestro.
Antonio Morales
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