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Voto de Antonio Morales:
6
Bélico. Aventuras Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), una famosa orquesta sinfónica norteamericana, que está en Europa para entretener a las tropas aliadas, es capturada en el frente belga por los alemanes. Los músicos son trasladados como prisioneros a un castillo medieval, cuyo jefe es el General Schiller (Maximilian Schell), autoritario militar y gran melómano. Schiller le propone al director de la orquesta, el prestigioso concertista ... [+]
14 de febrero de 2016
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los funestos y lamentables días de la 2ª Guerra Mundial, el gobierno americano adoptó la estrategia, que extendió luego a otros conflictos futuros, Corea, Vietnam, de enviar cerca del frente de combate a conocidos artistas integrantes de la nómina del “entertainment” con la tarea de “animar a las tropas”, haciéndoles olvidar por un rato la barbarie bélica, Bob Hope, Glenn Miller, Marlene Dietrich... Y, por más que hoy pueda parecer extraño a algunos, también se contó para dicha actividad con la colaboración de formaciones sinfónicas que interpretaban como sucede en esta película, obras de Beethoven, Tchaikovsky, Schubert, Brahms y cómo no, Wagner, por expreso deseo del general Schiller, un oficial melómano, culto y refinado.

En mi opinión, el mejor film del director Ralph Nelson, está basado en la novela “El general” de Alan Sillitoe, famoso también por haber escrito “La soledad del corredor de fondo” adaptada por el Free Cinema británico. “Una tumba al amanecer” (Counterpoint), es el nefasto título en España que suena a western, cuando “Contrapunto” en realidad, alude a la gramática musical. El guión plantea una situación de indudable interés: el enfrentamiento moral entre un director de orquesta estadounidense, Lionel Evans (Charlton Heston) y un general alemán, Schiller (Maximilian Schell) amante de la música clásica y ferviente admirador del primero; éste le ordena que junto a sus músicos, hechos prisioneros por los teutones, interpreten para él un concierto, al que Evans se niega, aún en contra de la opinión de sus compañeros.

Los nazis esperan acuartelados en un castillo medieval, la llegada de combustible para proseguir la contraofensiva de su división Panzer en la liberada Bélgica. La elección del escenario es uno de los mejores hallazgos del film: contribuye a expresar el agudo contraste entre la belleza artística y la crueldad de la guerra, habla por sí solo de la decadencia del arte y del pensamiento ilustrado, amordazado quizá definitivamente por la barbarie. Filmada con un tono sombrío entre la oscuridad de la noche y la blancura de la nieve, magníficamente creada por el veterano Russell Metty, que concede espacio para mostrar la bajeza moral a la que pueden llegar unas personas, que por su oficio, deberían tener una especial sensibilidad.

Cómo el miedo puede transformar a los seres humanos, el sadismo de los nazis haciendo desfilar a los prisioneros junto a la fosa excavada para ellos. La enconada pugna entre un director musical altivo y autoritario y un general cínico que hurga en la debilidad de las personas para destruirlas. El cineasta logra plasmar la magia de la música, con la pasión que tienen por ella sus dos protagonistas, ofreciendo un enfrentamiento orgulloso y moral llevado hasta sus últimas consecuencias. Nelson maneja la tensión vivida por los protagonistas y la acompaña de numerosas secuencias musicales que brinda momentos de suspense, sirviéndose de piezas musicales populares, incluso para los profanos.

Lo menos logrado me parece que es la relación pasada de la chelista Annabelle con Heston, que insinúa sentimientos sin desarrollar, en todo caso, estamos ante un soterrado relato gótico, trasladado a un escenario bélico, en el que fantasmas y monstruos lucen la esvástica en lugar de cadenas. Una película nada despreciable si se interpreta en su justa medida.
Antonio Morales
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