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Voto de CuchiCuchi:
6
6,8
3.104
Drama
Ocho viejos amigos, compañeros de universidad en la década de los sesenta, vuelven a reunirse quince años después con motivo del entierro de uno de los miembros del grupo, un científico brillante que rehusó integrarse en el sistema. Durante el fin de semana que pasan juntos, queda de manifiesto cómo cada uno de ellos ha ido evolucionando y dejando atrás el inconformismo y la rebeldía de la época universitaria. (FILMAFFINITY)
10 de febrero de 2013
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos amigotes casi cuarentones se reúnen después de quince años. Se pasan el week end analizando por qué han traicionado sus ideales de juventud, quién se ha vendido más, quién se compadece más y esas cosas. Naturalmente también escuchan música borrachos y follan un poco al tuntún.
Intento ponerme en su lugar y no me sale esta película. Creo que nosotros nos pasaríamos todo el fin de semana recordando anécdotas humillantes y descojonándonos, no porque seamos divertidos, sino porque no habría otra cosa que hacer. A lo mejor después de un día y medio alguno ya estaría harto y pondría tierra de por medio. Y también escucharíamos música borrachos. Aunque lo de follar con la mujer de otro seguiría perteneciendo al mundo de la sci fantasy.
En América parece muy común eso de no ver más a los amigos de juventud, claro que América es muy grande. En España, que es más pequeña que Dakota del Norte y también que Dakota del Sur, los amigos de infancia y juventud son un castigo para toda la eternidad. Estamos mutuamente encadenados a estos capullos de por vida. Sólo en una cosa se coincide: el personaje de William Hurt proclama la fatuidad de la reunión puesto que “una vez que salgamos de esta casa volveremos a toparnos con la realidad”. La cruda realidad política.
Intento ponerme en su lugar y no me sale esta película. Creo que nosotros nos pasaríamos todo el fin de semana recordando anécdotas humillantes y descojonándonos, no porque seamos divertidos, sino porque no habría otra cosa que hacer. A lo mejor después de un día y medio alguno ya estaría harto y pondría tierra de por medio. Y también escucharíamos música borrachos. Aunque lo de follar con la mujer de otro seguiría perteneciendo al mundo de la sci fantasy.
En América parece muy común eso de no ver más a los amigos de juventud, claro que América es muy grande. En España, que es más pequeña que Dakota del Norte y también que Dakota del Sur, los amigos de infancia y juventud son un castigo para toda la eternidad. Estamos mutuamente encadenados a estos capullos de por vida. Sólo en una cosa se coincide: el personaje de William Hurt proclama la fatuidad de la reunión puesto que “una vez que salgamos de esta casa volveremos a toparnos con la realidad”. La cruda realidad política.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
O sea, la realidad de la familia política.
Aquí estas reuniones están condenadas al fracaso porque la mujer de menganito no soporta a la de fulanito. Porque zutanita piensa que perenganito es un borde y un maleducado. O porque cristonita no puede ver a ninguno de tus amigos, así, sin más. Y esto es lo que hay. La ojeriza masculina, que puede ser intensa y brutal, siempre es tan compleja como una línea recta y tan duradera como un empacho en el estómago del monstruo de las galletas. Pero los odios femeninos pertenecen a la zona más imperecedera e insondable del espíritu; subsistirán aunque se abra el octavo sello del Apocalipsis, y no se descifrarán ni cuando se desvele el séptimo Misterio de Fátima.
Aún así, la realidad es que debemos dar gracias porque una persona que nos quiere nos hace ver por fin cómo es la gente que hasta ese momento nos acompañaba en la vida: Éste es un caradura que nos sablea impunemente, aquel tiene un humor que nos humilla sin que nos demos cuenta, y el otro sólo nos llama cuando le conviene. Y vemos que por desgracia todo es cierto. Bendita suerte. Por fin alguien nos abre los ojos y nos enseña qué somos; hasta entonces sólo éramos felices siéndolo.
Aquí estas reuniones están condenadas al fracaso porque la mujer de menganito no soporta a la de fulanito. Porque zutanita piensa que perenganito es un borde y un maleducado. O porque cristonita no puede ver a ninguno de tus amigos, así, sin más. Y esto es lo que hay. La ojeriza masculina, que puede ser intensa y brutal, siempre es tan compleja como una línea recta y tan duradera como un empacho en el estómago del monstruo de las galletas. Pero los odios femeninos pertenecen a la zona más imperecedera e insondable del espíritu; subsistirán aunque se abra el octavo sello del Apocalipsis, y no se descifrarán ni cuando se desvele el séptimo Misterio de Fátima.
Aún así, la realidad es que debemos dar gracias porque una persona que nos quiere nos hace ver por fin cómo es la gente que hasta ese momento nos acompañaba en la vida: Éste es un caradura que nos sablea impunemente, aquel tiene un humor que nos humilla sin que nos demos cuenta, y el otro sólo nos llama cuando le conviene. Y vemos que por desgracia todo es cierto. Bendita suerte. Por fin alguien nos abre los ojos y nos enseña qué somos; hasta entonces sólo éramos felices siéndolo.