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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama En un valle perdido entre las montañas, viven los Tolliver y los Falin, dos familias enemistadas que mantienen durante generaciones una guerra abierta e incesante. Se trata de un odio atávico, heredado, sin que ninguna de las partes conozca ni remotamente el oscuro motivo que originó la sangrienta confrontación. (FILMAFFINITY)
23 de septiembre de 2010
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una novela de John Fox Jr., Henry Hathaway, Technicolor, Henry Fonda, Sylvia Sydney, Fred McMurray y Beulah Bondi, y el resultado es un buen análisis sobre el absurdo de los odios que se traspasan a través de las generaciones, hasta el punto de haber olvidado la causa que generó el enfrentamiento entre los clanes. Pero lo mismo da; el simple error indeseable de que en el planeta existan Tollivers y Falins es motivo sobrado para detestarse entre ellos. La meta de cada bando es pasarse la vida acechando al “enemigo” y teniendo el arma presta para disparar, o los puños cerrados para golpear a la menor provocación, o sin ella. Marcan sus territorios con celo de cancerberos y, si se ventea la reyerta en la atmósfera, se deja todo para ir a pelear.
Las escasas mujeres en edad madura son las únicas que tratan de imponer algo de cordura y sensatez. Melissa Tolliver roga sin cesar a su marido Judd Tolliver que hagan las paces con los Falin y que abandonen los rencores y las luchas a muerte. Al nacer su hijita June, ella suplica al Todopoderoso que la niña crezca libre de ese peso.
Los años pasan y las cosas siguen por los mismos derroteros, pero un acontecimiento va a cambiar la vida en la montaña, en el Pino Solitario: la construcción del ferrocarril, que atravesará las tierras de los Falin y de los Tolliver. Los recién llegados ingenieros y organizadores del proyecto van a chocar con las sesgadas costumbres de unos montañeses recios y habituados a tener en poca valía el pellejo de sus vecinos y, ya puestos, también el propio.
Hathaway construyó una pequeña saga que fotografía el espíritu receloso y beligerante de las comunidades humanas sumidas en la cerrazón, generalmente endogámicas y poco amigas de los cambios y del progreso. Se marcan con nitidez dos estilos de vida: el sencillo y rural de esos aldeanos que se educan en los prejuicios contra el clan rival, y en el analfabetismo por considerarlo innecesario a la hora de afrontar las duras tareas de la granja y del campo, y cuyos vástagos suelen casarse entre ellos; y el cultivado y con miras más amplias de los foráneos que vienen a construir la línea ferroviaria.
La sinrazón del odio y la frágil semilla de la razón se ven bien reflejadas en esta película que sorprende por su temprano uso del color, y que agrada gracias a esas baladas cantadas entre paisajes preciosos, y a un elogiable plantel en el que despuntan un joven Henry Fonda, una linda Sylvia Sydney y una conmovedora Beulah Bondi, quien al año siguiente legaría para el recuerdo uno de los papeles de mujer mayor más desgarradores de la historia del celuloide, en “Dejad paso al mañana”.
Vivoleyendo
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