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Voto de Vivoleyendo:
8
Romance. Drama Historia de amor entre una joven hippie de espíritu libre y un hombre maduro cuyo corazón se ha ido endureciendo con el paso de los años. (FILMAFFINITY)
2 de abril de 2012
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me chifla Clint cuando se pone tierno. El tipo duro que tanto le gusta dirigir o interpretar a menudo al ponerse detrás o frente a la cámara no me tendría como adepta si no hubiera explotado también la faceta opuesta, la del hombre sentimental. Siempre he creído que la máxima expresión de la hombría es tener el valor de mostrar los sentimientos, y Clint lo tiene. Por eso no sólo lo perdono cuando se pone en plan chulesco de pistolero al que no le tiembla la mano, policía aguerrido, mercenario temible y salvador-cara-de-piedra de damas en apuros, sino que aprecio y respeto esa debilidad suya, predominante en su juventud, por ponerse de semi-héroe que busca la justicia por medios poco diplomáticos. Porque sé que tiene un corazón muy sensible que tarde o temprano sale a relucir.
“Primavera en otoño” podría ser como esos poemas espontáneos que escribimos en la mocedad y que, al encontrarlos treinta años más tarde en una caja vieja, en el papel ya amarillento y manchado de humedad, nos hacen sonrojar por la ingenuidad de aquella época. Ahora los leeríamos con los ojos de la adultez, cargados de prejuicios; pero al garabatearlos en aquel rapto de inspiración ya perdido, eran sinceros, auténticos, basados en unas emociones que entonces nos arrastraron y no pensamos en el después, en la posteridad, sino que dejamos una instantánea plasmada en lírica que tan sólo pretendía captar un fugaz momento.
La dilatada carrera de Clint, retumbante de éxitos, me gusta aún más porque de repente uno se encuentra ese poemita discreto que cae de entre las obras maestras posteriores, esa obrita que sería la del sonrojo, la de “me he puesto en evidencia”, de “hay que ver las cosas que hace uno cuando una tripa se le rompe”. Casi totalmente ignorada, recobrada del cajón polvoriento en el que languidecía, “Breezy” merece mejor ubicación. Un puesto de altura en el palmarés de uno de los directores que más profundamente saben tocar las fibras. Paradójicamente, eso no resta un ápice de credibilidad a su antigua afición por filmarse como hombre de acero una vez que otra, con evoluciones a lo largo de las décadas, porque hasta él comprende que el prototipo de macho cambia según los tiempos.
El maduro Holden y la chavalilla Lenz siempre serán uno de mis recordatorios (junto con la pareja de “Los puentes de Madison”) de que cuando Clint cuelga las armas y la mirada glacial, es tan cálido como la brisa de un atardecer que anuncia el final de la estación fría.
Vivoleyendo
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