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Voto de Servadac:
6
7,2
5.147
Drama
Benny es un chico de 14 años de buena familia. Sus padres intentan compensar la falta de cariño hacia su hijo regalándole un estupendo equipo de vídeo. Obsesionado con el uso de su nuevo juguete, graba cómo sacrifican a un cerdo con una pistola, escena que lo incita a cometer un acto salvaje. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2010
69 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ensayo es una forma de arte. En él, lo esencial no está en las soluciones propuestas sino en la amplitud de las preguntas formuladas.
Haneke interpela al hombre que mejor conoce: el homo ludens clase media. Selecciona algunos ejemplares, los pone delante de la cámara y les presenta situaciones de máxima tensión emocional: ¿Qué harías tú si tu chaval te enseñara un vídeo como éste? A) Llamar a la policía. B) Aislarlo y encubrirlo. C)… Y rueda la posible reacción como quien cumplimenta las casillas de un estudio de mercado.
Haneke interpela al hombre que mejor conoce: el homo ludens clase media. Selecciona algunos ejemplares, los pone delante de la cámara y les presenta situaciones de máxima tensión emocional: ¿Qué harías tú si tu chaval te enseñara un vídeo como éste? A) Llamar a la policía. B) Aislarlo y encubrirlo. C)… Y rueda la posible reacción como quien cumplimenta las casillas de un estudio de mercado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La idea medular de la película es una línea de guión: ¿Por qué lo hiciste?, dice el padre. Quería saber cómo era.
¿Cómo era? Lo que el chico pretende, en un mundo de sensaciones recibidas a través del filtro de los medios, es experimentar la realidad. La realidad sin guantes ni pantallas protectoras.
Pero lo filma. Y Haneke filma lo que filma el chico y nos lo muestra, subrayando, con esa doble pirueta, que lo que vemos es producto visual, o mejor, audiovisual (la imagen, en esta cinta, impacta menos que el sonido).
La línea abierta por ‘El vídeo de Benny’ culminará en ‘Caché’. ‘Funny games’ es juego desquiciante (el espectador es el objeto de ese juego). Uno se imagina al director tomando nota, sin ser visto, de la actitud del público en la sala.
Haneke abre interrogantes que no cierra. No explicita la psicología de sus personajes. Sólo enseña sus actos. Hay una barrera infranqueable entre el que observa y el objeto de la observación, a todos los niveles (dentro de la cinta, los padres viendo el vídeo de su hijo; detrás de ella, el operador filmando la película; más allá, el público mirando el resultado).
Otros directores te sumergen en la imagen. Te agarran por el cuello y te hipnotizan. Haneke, no. Mantiene el plano. Lo alarga (en ‘71 fragmentos de una cronología del azar’, la escena del ping pong; aquí, la escena en la que Benny tira del cadáver de la chica, dejando un rastro de sangre bien marcado). Confía en generar desasosiego y polisemia.
‘El vídeo de Benny’ es una reflexión en forma de pregunta trampa. Una pregunta redactada de tal suerte que contiene en ella su respuesta. Es, por lo tanto, una denuncia.
Burgués, ¿no te das cuenta de que el monstruo es uno de los tuyos?
===
¿Cuál es la enfermedad?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Cuál es la enfermedad? ¿Y tú me lo preguntas?
La enfermedad... eres tú.
¿Cómo era? Lo que el chico pretende, en un mundo de sensaciones recibidas a través del filtro de los medios, es experimentar la realidad. La realidad sin guantes ni pantallas protectoras.
Pero lo filma. Y Haneke filma lo que filma el chico y nos lo muestra, subrayando, con esa doble pirueta, que lo que vemos es producto visual, o mejor, audiovisual (la imagen, en esta cinta, impacta menos que el sonido).
La línea abierta por ‘El vídeo de Benny’ culminará en ‘Caché’. ‘Funny games’ es juego desquiciante (el espectador es el objeto de ese juego). Uno se imagina al director tomando nota, sin ser visto, de la actitud del público en la sala.
Haneke abre interrogantes que no cierra. No explicita la psicología de sus personajes. Sólo enseña sus actos. Hay una barrera infranqueable entre el que observa y el objeto de la observación, a todos los niveles (dentro de la cinta, los padres viendo el vídeo de su hijo; detrás de ella, el operador filmando la película; más allá, el público mirando el resultado).
Otros directores te sumergen en la imagen. Te agarran por el cuello y te hipnotizan. Haneke, no. Mantiene el plano. Lo alarga (en ‘71 fragmentos de una cronología del azar’, la escena del ping pong; aquí, la escena en la que Benny tira del cadáver de la chica, dejando un rastro de sangre bien marcado). Confía en generar desasosiego y polisemia.
‘El vídeo de Benny’ es una reflexión en forma de pregunta trampa. Una pregunta redactada de tal suerte que contiene en ella su respuesta. Es, por lo tanto, una denuncia.
Burgués, ¿no te das cuenta de que el monstruo es uno de los tuyos?
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¿Cuál es la enfermedad?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Cuál es la enfermedad? ¿Y tú me lo preguntas?
La enfermedad... eres tú.