Hollywood está lleno de ex niños prodigio. A la cabeza me vienen tanto actores infantiles que han conseguido encauzar sus carreras (uno de los casos mas publicitados sería el de Drew Barrymore, quien milagrosamente, y tras un pasado terriblemente turbio, regresó a la gran pantalla con éxito) como muchos otros (la mayoría) que no lo han logrado (Macaulay Culkin, Gary Coleman, Haley Joel Osment, Linda Blair…). Por eso la película que nos ocupa, una comedia sobre un actor, Dickie Roberts (David Spade), que durante su infancia protagonizó una popular serie y que ahora trata de conseguir un papel que podría devolverle el estrellato perdido, sonaba, en principio, interesante. O por lo menos curiosa.

Me equivocaba. Sí, otra vez. Para empezar, ¿quién le dijo a Spade que es gracioso? Vale que en papeles secundarios tenga un pase, pero como protagonista absoluto resulta cargante e irritante. Además, el guión (el cual es una mera excusa para el lucimiento del protagonista) no resulta gracioso y los gags son más propios de la peor de las sitcoms (lugar del que Spade nunca podrá escapar por muchas películas que le fabriquen a su medida) que de una producción cinematográfica mínimamente digna.