Esta es, posíblemente, la prueba fehaciente de porqué Bob Hoskins no tuvo una carrera como director tan fructífera como la de actor. Parece ser que el principal objetivo de esta película era anunciar nuevas cámaras digitales. Quizá por eso, tenemos una película que ya había envejecido mal en ese 1995 en que se estrenó. Lo cierto es que es una de las películas más feas que he visto, con unos colores inenarrables. El argumento suena medianamente interesante, pero la ejecución es sumamente mediocre. Las actuaciones, de telenovela mala. Particularmente demigrante es un cameo de Dan Aykroyd que sólo puede hacerle gracia a niños de teta, con efectos de sonido a la programa de cotilleo incluidos. Ya de los efectos especiales es mejor no hablar, hacen daño a la vista. Sólo para coleccionistas de rarezas cutres con mucho tiempo libre