Bon Appétit narra una historia de amor levemente atípica con una naturalidad y una sinceridad pasmosas. Cada personaje está tan limpiamente tallado y cada momento es tan creíble y cercano que es imposible no sentirse identificado. Pocos filmes logran un ritmo tan agradable. Las tres lenguas en las que hablan los actores aportan verosimilitud al relato y son un instrumento utilísimo para definir a los personajes y hacer avanzar la historia. La fotografía, la música y los actores, impecables.

Se deja ver por el público mayor de 15 años, aunque de primeras pueda parecer que no. «Ciudades de papel» se encuentra cómoda en los estereotipos y lugares comunes, pero no se apalanca en ellos, sino que retoza y juguetea y se atreve a sorprender. Es imposible no querer a los protagonistas: además de producir empatía, no tratan al espectador como si fuera tonto (demasiado habitual en el género teen). Las imágenes y la música arropan con gusto y sensatez esta cinta que, contra lo que nos habían vendido, era mucho más que Cara Delevingne.

Tras devorar todo cuanto cae en mis manos sobre Corea del Norte, me alegra dar por fin con algo que no se posiciona claramente en uno de los dos bandos. La película está hecha con cariño y respeto, pero no por ello le falta audacia: hace las preguntas que hay que hacer y no muestra pudor en airear las partes más desagradables de cada lado.

Como es inevitable, esta imparcialidad contemplativa, casi ascética, hace que, al terminar la película, el espectador no tenga ninguna certeza a la que aferrarse, ningún juicio definitivo con el que consolarse. La única verdad es que la verdad es inalcanzable y está sepultada bajo toneladas de propaganda.

Ciudad K parte de la premisa de que existen dos lugares donde todos sus habitantes tienen un nivel cultural ridículamente elevado. Uno es Ciudad K, y el otro los hogares de España. Cada capítulo es una colección de sketches que unen el humor y la cultura de la forma más aberrante posible, y al mismo tiempo, la más divertida. Logra llegar donde otros no han llegado: el humor es elitista y no tiene complejos cuando habla de los temas más sensibles, pues ataca a las bases culturales, económicas, ideológicas, y religiosas de nuestra sociedad en cada capítulo. Cándida y honesta, es desde ya una obra de culto y una pionera que tarde o temprano acabarán imitando.

Es una película filosófica y metafórica, pero Tarkovski no se molesta en explicar filosofías ni en aclarar metáforas: eso es tarea del espectador. Es decir, que está llena de símbolos que cada uno interpretará como más le guste. Puede ser evocadora e intensa en varios momentos, pero en general está vacía, y las ideas, sentimientos, ambientes, etc. que intenta transmitir no justifican ni de lejos sus dos horas y media.