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España España · Granada
Críticas de Jasón
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de enero de 2018
61 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Simon me jodió la vida. Ver The Whire supuso un antes y un después. Me costó mucho volver a disfrutar de una serie, pues me parecían todas llenas de recursos fáciles y personajes e historias inverosímiles, a la vez que predecibles. Llevó su tiempo comprender lo que había pasado, lo que había visto. En las series normalmente lo importante es un personaje (o dos, o tres, o seis a lo sumo) en función del cual se construye una historia, y los demás que aparecen se definen por oposición al protagonista. Las intrigas, además, se suelen mostrar rápidamente desde el episodio uno, porque son fáciles, puro efecto psicológico producido por el montaje, pero con poca enjundia y con resoluciones simples, cuando no se acumulan y quedan sin atar en algunas producciones con más pretensiones que inteligencia. En cambio, en los trabajos de Simon la historia avanza tranquila, ni lenta ni rápida, sino tranquila, porque va madurando, llenándose; sin vuelos fantásticos de entrada, pero ambiciosa; sin cabos sueltos ni intrigas vacías o gratuitas, pero con una tensión dramática creciente en la que los aspectos social y sicológico interactúan y juegan entre sí: por eso no hay personajes más redondos y con más volumen que los de David Simon, ni historias más complejas, sin ser rebuscadas. No voy a negar, por tanto, que siempre que me acerco a algo nuevo hecho por este director, o que aún no he visto, lo hago con las más altas expectativas.

Y así ha sido. Y cómo ha cumplido. Desde la exquisita presentación, con esa canción impactante, perfecta para la época en la que nos va a surmergir. Y luego el desarrollo: para ver una serie de David Simon debes ser una persona que disfrutes con la preparación de un plato. Hay algo de eso. Primero, te presenta lo justo de los personajes, los chulos, las putas, los policías, los periodistas, los productores, los mafiosos, los camareros, los estudiantes... Son decenas, como en una novela de Tolvstoi, e increíblemente ninguno está demás, ninguno con el que no se sepa luego qué hacer o dónde meterlo o al que no darle una conclusión digna: ellos son los ingredientes. Y a partir de ahí comienza la elaboración de algo que es más que todos ellos juntos: un mundo, que va de la calle a las instituciones. Y todo se va llenando de matices y de riqueza, porque los personajes van cambiando con la historia. No existe ni un solo momento de relleno.

Ello hace que los personajes no sean ni definitivamente buenos ni definitivamente malos, al menos no los de la calle. Porque una historia de David Simon a pesar de lo que nos muestra, de lo que nos cuenta, de la realidad que nos da a conocer, es lo que menos un juicio moral. El peso siempre acaba recayendo en la sociología y la comprensión de los efectos de la política, que es lo que debe primar en este tipo de historias; porque la moral, al fin y al cabo, está determinada por la posición que cada uno ocupa en la sociedad; y es la política y la construcción de la sociedad que desde la política se hace lo que condiciona las posibilidades de supervivencia de cada cual y por qué ha llegado a ser lo que es. Así en The Wire o Treme. Y así en The Deuce. Los chulos no son demonios y las putas no son mujeres humilladas carentes de dignidad: hay momentos duros y momentos dulces, momentos terribles y momentos amables, momentos de miedo y momentos de valor; son personas humanas que en el sistema, transido por intereses políticos y de clase, en el que conviven buscan su lugar y generan afectos que por momentos escapan a las relativas posiciones de poder que ocupan en el estrecho espacio al que han sido relegados. Porque esa es otra de las grandezas de David Simon, sus series son un precioso retrato de las relaciones de poder y de lo humano superviviente en los tramos más bajos de éstas: el más temido en un suburbio puede descubrirse como un don nadie en cualquier momento y el más matón tener unos escrúpulos y código de conducta de los que carecen personas con posiciones sociales más respetadas.

Además las series de David Simon presentan sin tapujos toda la riqueza sexual de la sociedad en cada uno de los espacios y barrios conectados entre sí. Y lo hace de una manera totalmente desinhibida. Quien menos te lo esperas tiene unos gustos sexuales que no se corresponden con los estereotipos construidos sobre su clase de personaje. Si esto es así en todas sus series, agárrense para una cuyo tema es la prostitución y la pornografía. Si se escandalizan fácilmente, pasen: esta serie no se anda con remilgos.

Y luego está el asunto técnico y estilístico. Pocos directores hay que sean capaces de contar una historia que importa y hacerlo tan bien que ni te das cuenta. Del mismo modo que en las series de Simons no hay personajes gratuitos ni intrigas a ninguna parte, igualmente los aspectos formales y estilísticos están medido al milímetro y usados con suma inteligencia. El montaje es perfecto. No hay ni un plano ni una secuencia que no esté para mostrar algo fundamental, que esté solo por puro exhibicionismo técnico. No se trata solo de la ambientación o la atmósfera conseguidos, es la manera en la que mueve la cámara con brillante maestría en la interrelación de los personajes, con qué sutileza juega con los efectos de profundidad para marcar la oscilación de uno a otro en una conversación.

No creo que sea su mejor serie, pero con lo que dan a otras, bien merece un 9. Si nunca vieron nada de él, háganlo y no se arrepentirán: una serie de David Simon es una reconciliación con una parte de la humanidad y una toma de conciencia de dónde están las causas y culpables principales. Y si se arrepienten, siempre pueden ver The Leftovers y sentirse especiales.
Jasón
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