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Críticas de Jaeger477
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de febrero de 2014
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es todo un espectáculo y un estímulo para el que aquí escribe reencontrarse periódicamente con Roman Polanski. Es de esos autores con una impronta propia y un cosmos particular que te contagia su visión de un ser humano polarizado en sus obsesiones e inerme a la hora dar sentido a sus actos y sus decisiones.

Los que no conozcan su obra pueden verse algo decepcionados después de esa brillante sátira sobre los roles paternos que fue “Un dios salvaje”. Pero este es un Polanski mucho más puro, un Polanski que de hecho vuelve a sus orígenes y ofrece la versión más clásica y desinhibida de sus temores.

En “La Venus de las pieles” Polanski vuelve a exorcizar sus demonios a través de una compleja y la vez simple trama que nos habla de fetichismo, sadomasoquismo, dominancia, humillación y de ese poder casi divino que le otorga a la mujer en muchas de sus películas. En este aspecto en concreto tal vez sea su película más representativa.

Basada en una obra de teatro de David Ives el franco-polaco vuelve a llevar a los extremos sus personajes en un duelo de géneros que sería casi anecdótico decir quién va a ganar. Aquí se nos narra, o mejor dicho se nos expone, un peculiar y bizarro encuentro. Una locuaz y algo torpe aspirante a actriz se presenta tarde en un teatro para una audición; tras los intentos fallidos de las anteriores candidatas el autor de la obra se verá sorprendido al ver que esta atractiva mujer no es lo que realmente parece.

Notable es el uso del metalenguaje escénico, esta vez impulsado por el poder de persuasión de sus actores, la inteligente distribución del espacio físico, los acertados juegos de luces y sombras y una deliciosa banda sonora de Alexandre Desplat que se mueve entre lo guiñolesco y el divismo que inspira su personaje femenino.

Guión tramposo y hábilmente articulado en el que se cumple una de las máximas del autor: su protagonista ha de vivir su personal purgatorio para llegar a la redención sino definitiva casi. Y el hilo conductor vuelve a ser la transfiguración de éste hasta convertirlo en ese ser endeble y grotesco que es la imagen reconvertida de él mismo.

Enfermiza, subyugante y perversa. Hilarante en la plasmación de la transferencia y la contratransferencia, autodestructiva, autoparódica. Todo un cocktail explosivo en el que brilla una Emmanuelle Seigner que hechiza a la cámara y al espectador en cada plano en el que se presenta, pareciendo vivir una segunda juventud.

Puro Polanski, en definitiva. Y, como ya hiciera en películas como “El quimérico inquilino”, el director se proyecta hasta el límite en su protagonista masculino convirtiendo a éste, un descafeinado Mathieu Amelric, en su alter ego. No es tampoco casual su parecido físico.

Una película pues que recoge lo mejor de este genio: su sentido despiadado e inmisericorde de la naturaleza humana y, en especial, de la especie masculina, y ese regusto por explotar los placeres más prohibidos del hombre. Al fin y al cabo sus demonios son también los nuestros aunque para nosotros son inconfesos.
Jaeger477
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8
20 de enero de 2014
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta gratificante encontrarse películas que son capaces de desmontarte con suma facilidad algo tan sagrado e intocable hoy en día como la institución familiar y todos los mitos que se crean alrededor de ella.

A partir de la obra teatral del mismo nombre ganadora del premio Pulitzer, John Wells se mete entre los engranajes que articulan la dinámica familiar: hijos predilectos, amores incestuosos….todo aquello que los modismos niegan pero que, no nos engañemos, existen. Los personajes son el reflejo de los silencios guardados durante años y de ese extraño y cancerígeno sentido del respeto que misteriosamente suele imperar en la familia media. El mismo sentido del respeto que convierte a sus miembros en esclavos de lo que no les dejaron ser, en títeres movidos por un mente torturada, o torturadora. Se conforman con lo que les ha tocado vivir, esperando tal vez que alguien de un puñetazo en la mesa durante una comida y diga toda la verdad. El mundo de las apariencias en el que felizmente habían vivido entonces se resquebraja y surgen los monstruos, monstruos llenos de neurosis, resentimientos y vacíos.

Todos los actores, especialmente las féminas, lucen sin despeinarse y nos ofrecen todo un abanico de caracteres ante los que cualquier miembro de una familia, sea sumiso, dominante, ingenuo, se puede ver identificado. Mención especial para una Julia Roberts que hace de perfecto alter ego de su madre y que se convierte en ese canal que perpetuará el insigne estigma familiar. Amén, Violet. Y, hablando de la matriarca, una Meryl Streep para variar inconmensurable, que dota a su personaje de esa aprensión, de ese falso orgullo y vanidad que puede caracterizar a cualquier cabecilla que interprete que su vida ha sido un nido de amarguras y desahogue sus penas pasando el resquemor a sus hijos.

Los personajes no dejan de sorprendernos y no dejan de descubrirse y nos muestran como sólo la confrontación y la sinceridad hace que ese “grupo de células unidas aleatoriamente” ocupe su sitio. Y al final el que busca algo termina encontrándolo, aunque no fuese precisamente lo que buscaba. Amén Violet.
Jaeger477
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5
3 de enero de 2015
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
De toda la vida las películas de aventuras, magia y fantasía han estado gobernadas por el héroe de turno, muchas veces un actor apenas conocido pero con el mínimo carisma y credibilidad para sacar a flote su papel insuflándole al personaje las suficientes dosis de gallardía, humor e ingenuidad para convertirse en el pulmón de la película y ser fuente de inspiración, al menos en la fantasía, del público más joven al que va dirigida la película. No es pedir mucho. Pues bien, todas esas cualidades son la que no tiene o al menos no demuestra Ben Barnes y gracias a las cuales la película se va lastrada a la más pura inopia, incluso teniendo ese espíritu de película familiar carente de pretensiones. Tampoco su partenaire femenina ayuda mucho ni su intrascendente y volátil historia, o semihistoria, de amor. Otros actores más entusiastas o simplemente mejores creo que le hubiesen dado otro impulso a la película.

Por el contrario la película demuestra una gran entereza y energía en su dirección; las escenas, siempre y cuando no tienen que intervenir los dos jóvenes, son resueltas sin complicaciones y con oficio resultando finalmente una película que no engaña a nadie y que da prácticamente lo que promete. Tampoco es poco.

Juega a su favor también la enérgica y vigorosa banda sonora de Marco Beltrami, auténtico despliegue de buen sinfonismo y con una impronta épica y aventurera que es raro ver hoy día en el cine.

También ayudan sus dos carismáticas y reconocidas estrellas, Jeff Bridges y Julianne Moore, bastante solventes en sus papeles, sobre todo la primera y algo errático (y repetitivo en su rol de “carroza” huraño y refunfuñón) el segundo pero demostrando su don innato para la interpretación y consiguiendo eclipsar sin prácticamente despeinarse, algo que tampoco es muy difícil, a sus dos insulsos intérpretes jóvenes. No me imagino lo que hubiese sido la película sin ellos.
Jaeger477
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6
14 de julio de 2015
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es reconfortante ir a una sala de cine y reencontrase con ese cine totalmente carente de pretensiones pero que a su vez conecta fácilmente con el espectador, ofreciendo unos personajes que sienten en todo momentos humanos y cercanos. Magic Mike XXL continúa esa tradición que ya había impuesto Steven Soderbergh en su infravalorada película de 2012 de desmitificar el mundo de los strippers, mostrándolos como seres de carne y hueso, con sueños y aspiraciones, con inquietudes e inseguridades.

Pero esta continuación de la película dirigida por Soderbergh va mucho más allá y los personajes secundarios cobran mucho más protagonismo ofreciéndonos un retazo de personalidades tan dispares, divertidas e inocentes como cautivadoras, sencillas y aleccionadoras. Cobra así vida la labor de su elenco masculino que pese a sus más que evidentes limitaciones interpretativas ofrecen un trabajo lo suficientemente limpio y honesto para no pasar inadvertido y, sobre todo, para conectar sin ningún tipo de reparo con el espectador. En ningún momento se sienten unos personajes distantes o fríos pero tampoco cargados de una densidad dramática que los haga indigestos al público menos exigente o que va a buscar simplemente un entretenimiento. No es una simple película de tíos que se desnudan delante de un escenario pero tampoco una película que pretenda reflejarnos de una forma obsesiva el hipotético sufrimiento que puedan tener éstos en algún momento de sus vidas.

De esta guisa, Magic Mike XXL sabe jugar perfectamente sus cartas, la de comedia ligera y falta de pretensiones pero no por ello vacua o falta de interés. Convierte sus insinuantes y brillantemente coreografiados bailes en todo un espectáculo lleno de humor, fuerza y sensualidad y sus largas secuencias no son más que una manera de acercar de una forma más fehaciente y creíble los personajes y la historia al espectador, dándole entidad, perspectiva y profundidad a la película. Es un cine que no tiene esa preocupante prisa de hoy en día por resolver sus escenas y que sabe disfrutar de él mismo.

Hay humor y hay amor hacia lo que se está haciendo, cobrando especial relevancia la labor de un Channing Tatum que evidencia su cariño y respeto hacia la profesión (él antes de actor era stripper) y del que la película se beneficia notablemente. Un refrescante, en definitiva, homenaje hacia el mundo de los strippers que ningún momento se avergüenza de lo que hace ni cómo la hace. Y eso la dignifica aún más.
Jaeger477
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6
18 de septiembre de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría haber sido una gran película si se hubiese creído sus posibilidades y hubiese equiparado sus enorme dosis de honestidad con un poquito, sólo un poquito, de convicción emocional.

El grado de cinismo y sinceridad a la hora de tratar la farsa de la que, en mi opinión, se compone el 80% de los matrimonios es tal que la película se acaba viendo con gusto pese a sus contados fallos de narración, la torpeza a la hora de presentar a algunos personajes y la escasa personalidad del conjunto. Efectivamente, la película funciona mejor como sucesión de gags que como un todo coherente y consistente.

Estas grandes limitaciones pienso que se deben a ese tono de comedia romántica comercial que es el que se ha le ha querido dar. La película contiene unas irrefrenables dosis de mala baba, sus personajes son caricaturas de lo que es la vida conyugal y la crueldad que hay de trasfondo no es más que la más cruda de las verdades que encierra esa santa institución llamada matrimonio y que el cine ha tratado siempre de salvar con finales en los que los personajes no eran más que extensiones de ese Cristo clavado en la cruz, que arrastraba el sufrimiento y tragaba agonía, que sacrificaban su bienestar y felicidad personal es pos, supuestamente, de hacer el bien al otro. Menuda hipocresía.

Hay mucha verdad en esta película y con eso es con lo que hay que quedarse. La pena es que esta encorsetado en un género en el que tienes que dar cierta concesiones a la galería para no ofender a nadie que es lo que creo, sin ningún prejuicio ni ánimo más que de dar su propio punto de vista de una forma corrosiva , pretendía Dan Mazer con su película. La dirección, así, se percibe que no tiene toda la soltura y desparpajo que podía haber tenido.

Quedan para el recuerdo un puñado de escenas desternillantes y uno de los finales más sinceros y puros, dentro del ámbito de comedia gruesa en el que se inscribe, que tengo la oportunidad de recordar. Ese final catártico y entregado a la más sincera de las verdades no hace más que desenmascarar a nosotros, pobres diablos, atrapados en la idealización del amor, tal como comenta uno de los personajes, y que preferimos estar con otro por ser lo correcto más que por voluntad propia.
Jaeger477
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