Me siento culpable, pero a pesar de todos mis esfuerzos y por primera vez en años, me he quedado dormido en el cine. De pequeño era muy aficionado a Tintín, pero tenía claro que no sería serio que me sintiese ultrajado por cambios en las tramas o el tono. Es una película de Hollywood, al fin y al cabo. Y aún así he salido decepcionado.
A pesar de una animación fantástica, los personajes no acaban de enganchar. Haddock ya no es un cascarrabias inocentón. Se hace demasiado hincapié en su alcoholismo, que era un factor de su personalidad, pero no el único. ¡Milú no habla!
Las escenas de acción se me hacen largas. Algunas parecen sacadas de un videojuego de plataformas -la mecha que se enciende y se apaga, la tirolina con la rueda de la moto-. Entretiene hasta que aburre. Para cuando se llega al enfrentamiento final, he perdido el interés por culpa, en parte, de un malo sin carisma.
Estamos ante una película para niños de las que no tienen suficientes guiños para atraer al público adulto, ni siquiera a los nostálgicos que entramos a la sala bien dispuestos.

Para ver cuadros están los museos. ¿De qué va esta película? Pues no va de nada. Ni introducción, ni nudo, ni desenlace. Tan solo una galería de personajes recitando pensamientos de forma incoherente. Paseos, viajes en tren. Más paseos. Tai-chi. Un señor trajeado que no se ducha. Uno se esfuerza en buscar algún tipo de simbolismo en la repetición de alguna secuencia, pero no hay manera. ¿Realmente soy tan inculto? ¿Mi sensibilidad artística es tan limitada? ¿O será que Jim Jarmusch me vacila?

Antes de nada, un aviso. Cris Tucker es un cómico que basa su atractivo fundamentalmente en su peculiar manera de hablar, así que para que la película no sea directamente infumable, es necesario verla en versión original (otra cosa es que en inglés y todo, a uno le gusten sus chistes). Por lo demás, la trama es totalmente previsible, hasta el punto de resultar banal. Charlie Sheen parece que pasaba por allí. Los malos son terribles, y tontos. Y sin embargo, hay algun gag que funciona, si no se es muy exigente. No la recomiendo, pero si no echan nada más en la tele, quizás a alguno le enganche.

Harvey Keitel ha sido un padre terrible y la última gran faena a sus hijos le induce al suicidio. Esta es la premisa trágica de una película cómica, con algún lejano eco tarantiniano, que empieza fuerte pero decae hacia la mitad, entre reflexiones sobre la brevedad de la vida y las familias desestructuradas. Lo más destacable es la música, tralla rockera de los sesenta y setenta con un toque canadiense (la acción se sitúa en el margen de las cataratas del Niágara) y español (suenan Los Diablos). Cabe reseñar entre el reparto a J.K. Simmons (que fue uno de los tíos duros de Oz y jefe de Peter Parker), en el papel del tío cura y a Jason Jones, que además de descacharrante reportero del Daily Show resulta que también es actor.
Son papeles exagerados y la historia está mil veces contada, pero entretiene.

(Si alguien encuentra la banda sonora que me avise, por favor)

Excepcional documental que muestra como los estrategas de la campaña electoral de Gonzalo Sánchez de Losada, 'Goni', a la presidencia de Bolivia en 2002 lograron que un expresidente setentón, neoliberal, arrogante y que habla el castellano con acento gringo ganase de nuevo las elecciones, contra pronóstico.
Da escalofríos reconocer como el equipo de James Carville, asesor electoral de Clinton (de los dos) y ahora de Obama, consiguió modular el mensaje de campaña y manipular al electorado para que acabase comulgando con ruedas de molino. Entre los cambios cosméticos, modificar el lema electoral de Goni por... el "Yes we Can" de Obama con seis años de adelanto.
Lo más reseñable es que la directora tuvo acceso a las reuniones del gabinete de campaña y al propio Goni. Carville y compañía hablan sin pudor de las maniobras para ensuciar la imagen del rival y justifican la guerra subterránea en su creencia de que su candidato "es el mejor".
Una verdadera joya que muestra una cara bastante pestilente del juego democrático, con moraleja final. Goni duró menos de un año en el Gobierno antes de que la calle se le echase encima. Luego llegó Evo, pero la peli no tiene secuela...