Increible viaje a lo más profundo de nuestro ser.
"El desierto de los tártaros" es una película que desprende poesía en todas sus escenas a ritmo casi hipnótico, con una maestría especial por parte de Zurlini.
El desierto solítario en el que todos nos encontramos, a la espera de nuestros enemigos que sabemos con seguridad de que en algún momento llegarán, aunque no les pongamos cara y pensemos que son casi imaginarios, mientras convivimos con nuestros enemigos internos día a día.
La eterna lucha del hombre que lucha por nada, que defiende cosas que no ama, pero que finalmente queda atrapado entre la tela de araña que rodea a lo cotidiano y lo deja prisionero hasta el final de sus días.
Y nadie como Morricone como para canilizar todos estos sentimientos para plasmarlos en la maravillosa banda sonora que se adentra como un cuchillo hasta lo más profundo de tu consciencia.
Maravilla meditativa.

Despiertan los pacientes, los médicos, los espectadores, y despertamos de ese sueño en el que la rutina nos tiene inmersos y hace que nos separemos de la esencia de la vida, despertamos de la hipnosis de la pobre sociedad en la que vivimos preocupada por el bien material, despertamos de ese malvado hechizo que nos tiene alejado del mundo de los sentimientos, despertamos con la necesidad de ser más agradecidos, sensibles y amorosos, y despertamos la consciencia de que la vida es pasajera y que tenemos que agradecer el presente como si no hubiese mañana.
Espectacular Robert de Niro en una de sus más trabajadas interpretaciones, dejando claro de nuevo su gran versatilidad y su merecida fama como uno de los más grandes de la historia.

No sé a quién se le da permiso para maltraducir de esta manera las películas y, encima, hacer títulos con spoiler. Me parece un gravísimo error, el primero retitular las películas, y el segundo, hacerlo con spoiler.

Dejando el tema anterior a parte, Bang the Drum Slowly ó Muerte de un jugador (ya sabéis como acaba) es un película sosa sobre la amistad de dos compañeros de equipo que, bajo un ritmo lento y, en ocasiones, intrascendente hace que nos enternezcamos con los acontecimientos que se suceden, pero sin profundizar realmente en nada.

Mención especial, y motivo de mi crítica, es la actuación del joven Robert de Niro, con una brillo y una luz especial que sólo los genios de la interpretación llevan consigo mismo. Tiene esa capacidad para encarnar de una manera única los personajes que representan, en este caso la de un jugador con aura de perdedor, enclenque, enfermizo y desorientado.

Empiezo calificando a El Gran Silencio como una auténtica obra maestra.
Es una de esas películas que al terminar te cuesta reaccionar, articular palabra y eres incapaz de valorarla desde un punto de vista objetivo. Pasado ese estado de "cuarentena" transitoria en el que te deja la película, te das cuenta de lo que has tenido la suerte de contemplar e, incluso, te animas a escribir una crítica.

Aunque clasificada como un Spaghetti Western, que lo es, nos encontramos con unas marcas de identidad propias que la hacen diferente y original a las demás películas del género.
Corbucci nos cambia los paisajes deserticos y arenosos por el más crudo, nevado y frío de los inviernos. Los cazarecompensas se convierten en oportunistas despreciables sin escrúpulos y la venganza deja a un lado la muerte como objetivo. Silencio mata, sí, pero con elegancia y piedad y la violencia toma un aire menos sanguinario pero más tenebroso. El amor traspasa fronteras raciales (algo avanzadísimo en la mentalidad mediterránea de la época) y al final nadie sale victorioso, que es en realidad el resultado de cualquier batalla.
Morricone vuelve a estar sensacional, dejando de lado sus chillonas trompetas y tomando preferencia por las melodías intimistas y lejanas, con un tema principal magnífico.

Recomendable visionar (en youtube está) el final alternativo que rodó Corbucci.

El menos Spaghetti entre los Western, el más Spaghetti entre las películas.

No hay película en la historia del cine americano que deje a la Alemania Nazi y a China en buen lugar, y ésta no iba a ser una excepción. Dejando a un lado la campaña política al desnudar las atrocidades que el gobierno chino cometió en el Tíbet, podemos decir que la película es un canto a la paz, a la vida y a la bondad que se desprende entre los ciudadanos de el Tíbet.

Brad Pitt no protagoniza uno de sus papeles más complejos pero sí más humanos, encarnando la soledad, la angustia, el arrepentimiento, la honradez y la amistad.

Una buena película para paladear la fotografía tibetana, con toques de filosofía oriental muy prácticos, con una propaganda camuflada de la política americana y con una historia ligera que no llega a profundizar en nada pero que evidencia lo esencial.