La primera vez que escuché un especial de Dave me hizo creer que estaba, posiblemente, ante uno de los mejores precursores del Stand Up de los últimos tiempos. Y no me equivocaba, ya que al seguir consumiendo el resto de sus especiales, además de reír a carcajadas, disfruté mucho el hecho de que su ingenio, a la par de la risa, me hiciera descubrir procesos mentales como la introspección, el análisis o el cuestionamiento ante diversas posturas morales, sociales, éticas y sobre todo políticas.

Lamentablemente, hoy en día vivimos en una era mediática sobre estimulada donde las personas con tal de sentir o más bien presumir que pertenecen a algo son capaces de validar u omitir los desaciertos e incluso las transgresiones de ese algo o alguien.

Al mirar hacia atrás, no resulta tan complicado entender el entusiasmo que se genera en los amantes de la comedia de pie, pero principalmente en los seguidores de Dave, cada vez que alguna plataforma, en este caso Netflix, anuncia un nuevo especial de Chappelle.

Lastimosamente "THE DREAMER" es el claro ejemplo de que las personas pueden estar más inclinadas a adquirir y/o enaltecer obras de artistas que ya tienen una reputación consolidada como "genios" o maestros en su campo, incluso si esta no refleja necesariamente esa genialidad.

Esta actitud puede deberse a la confianza que los fanáticos tienen en la consistencia del rendimiento artístico del creador, así como a la necesidad de asociarse con el prestigio que rodea al artista.

A nivel psicológico, esto podría explicarse por la influencia de la cognición social, donde las personas toman decisiones basándose en las percepciones sociales y en la construcción de una imagen personal que esté alineada con la admiración por figuras de renombre.

Aunque nunca dediqué tiempo a escribir una opinión positiva en ninguno de sus anteriores shows, considero necesario señalar más que un fallo por parte de Chappelle, este efecto sociológico y cultural, que lejos de fomentar el crecimiento y la auto-superación de artistas híper talentosos como en este caso, da pie a la proyección y consumo de obras basura, evidenciando una atemorizante falta de análisis de discurso y pensamiento crítico.

Considerando que al ver dicho especial a través de una plataforma me percibido así de descontento, no puedo evitar sentir pena por todas las personas que pagaron para ver este show en vivo.

Un mal logrado largometraje con tintes telenovelescos de los años 90, malas actuaciones y secuencias apresuradas que, con alevosía y ventaja, mete en la licuadora dos clásicas historias (Caín y Abel + Pedro Páramo).

Además de intentar aprovecharse de un recurso narrativo propio de relatos como Forrest Gump y Cien años de soledad, donde los sucesos se entrelazan con la historia real, pero empleándolo de forma atroz.

Todo esto sin conceder un sólo crédito a Juan Rulfo ni a Moisés y mucho menos reconociendo la influencia de ninguna de las obras antes mencionadas.

#MéxicoMágico