A priori, se nos ofrece una obra que, a pesar de tener carencias como una fotografía un tanto mediocre, posee un guión muy cuidado y perfectamente ambientado, unas interpretaciones muy buenas (una de las pocas de di Caprio) de un plantel de lujo, una historia original, una banda sonora atrevida y realzante y un nada inoportuno contraste con situaciones cómicas y dramáticas que hace amena la historia y completa un producto de alta calidad.
¿Por qué entonces ésta película resulta mediocre para la mayoría? Muy sencillo: porque éste cine no contiene los giros argumentales y las tramas retorcidas (e imposibles en éste género) que desde que Tarantino asomó la cabeza por el mundillo reclama el público actual. Puede que sea predecible, pero es un guiño al cine de siempre y a una historia que, sin pretender ser la mejor, es, en una palabra, buena.

Curiosa aparición en el cine del que a la postre se consagraría como uno de los cinco grandes con El Padrino o Apocalipse Now, en la que Coppola intenta una incursión en el terror clásico, y en algunos pasajes de la película la verdad es que lo consigue.
Como curiosidad cabe decir que la pelicula tiene una línea de crédito tan original y rompedora, que junto a la banda sonora (una elegía a la neurosis y la crisis mental) que tiene un nivel impresionante, que al empezar la película uno cree que va a presenciar el alfa y la omega del cine de terror.
Lejos de conseguir ésta marca (sin pretenderlo, creo yo), se aprecian destellos de calidad en el film como son un inteligente uso de los primeros planos y un montaje bastante bueno que dignifican ésta irrupción en el mundo del cine del director de Detroit, que sin embargo se ve mermado por una ruptura algo torpe de los momentos de suspense o la ambientación, muy mediocre tirando a mala. Eso unido a unas justificaciones muy pobres de la trama argumental hace que ésta propuesta se quede en una película agradable de ver, pero a la que el género de terror sobreviviría de no haber llegado.

Película promesa, la segunda de Andrew Niccol, que se queda inexplicablemente en una experiencia que te arranca unos minutos de pensamiento postfílmicos. Se trata de un film en el que la idea original es muy buena, pero lo excesivo de las escenas de transición y lo superfluo de los espectáculos musicales y otras escenas hacen que la película se olvide de justamente aquello que le otorga la grandeza: el transfondo metafísico y, en último caso ético, de la película.
Un Al Pacino totalmente fuera de su medio no puede echarse la obra a la espalda ésta vez, en una de las actuaciones menos logradas de su carrera.
Desierto creativo del director neozelandés que queda muy lejos de su anterior película (Gattaca) y de la que haría a la postre (El señor de la guerra). No obstante, Niccol se sumerge en una película de temática, desarrollo y simbolismo muy complicados que, de haberse hecho bien, dos puntos hacia arriba no habrían hecho justicia por lo escaso de la recompensa; sin embargo, ecce film, Simone.

Para un profesional de la industria del séptimo arte, es muy difícil llegar a convertirse en director; en el caso de que lo logre, es a su vez muy complicado que la producción que dirige llegue a tener un buen nivel cinematográfico, ya que la labor de liderazgo y supervisión de todos y cada uno de los detalles es agotadora. Normalmente, esos pocos elegidos que llegan a ser directores con un nivel cinematográfico reseñable no conseguirán hacer nunca en su vida una película como The Man from Earth.
Esta película es el resultado de la conjunción de varios factores: por un lado, un reparto actoral lleno de talentosos actores relegados inexplicablemente al ostracismo por Hollywood, un montaje escueto y alejado de suntuosidades que, gracias a los 56.000 dólares de presupuesto, permiten centrar la atención en los cimientos del film, y un guión único comenzado a escribir en la década de los 60 y terminado por su autor, el genial Jerome Bixby, en su lecho de muerte en 1998. Todo ello entregado al misterioso Richard Schenkman, director de cortos del mundo independiente, quien volcó toda su ilusión en un proyecto no para recaudar dinero o conseguir fama y nombre, sino para crear una obra de arte consciente de que la oportunidad que se le brindó era de las que solo ocurren una vez. El trabajo que un director busca durante toda su vida.

Una gran idea argumental y una ambientación y uso del suspense muy conseguidos son los principales motores de ésta película, que sin embargo se quedan sin gasolina a medio camino del Olimpo del cine gracias a unas actuaciones mediocres, una consecución de acontecimientos bastante gratuita y lo simplón del desarrollo de la trama.
La banda sonora es aceptable aunque se abusa de los pasajes de absoluto silencio, y la fotografía deja un buen sabor de boca, sobre todo en la primera mitad de película. Éstos son los pilares maestros que hacen que el espectador se meta en la historia (y se lleve algunos sustos) de forma muy convincente.
Segunda película de Balagueró que mantiene el nivel de "Los sin nombre" y en la que se aprecian detalles y algunos ingeniosos recursos que el director empleará en posteriores películas, como la saga Rec.