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España España · Madrid
Críticas de Orestes
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
8
6 de enero de 2016
87 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué duda cabe que la crisis que ha arrasado la economía mundial desde el 2008 ha tenido una mayestática presencia en todos los ámbitos de la sociedad durante los últimos años y, como no podía ser de otra manera, también en el cine. En el 2010 se estrenaba Inside Job, un magnífico documental que denotaba un gran trabajo de investigación al respecto. En él, de forma explícita se recogían causas y causantes, con entrevistas y explicaciones sencillas para el usuario medio de conceptos económicos de los que hasta entonces no teníamos constancia. Ese mismo año John Wells realizaba The Company men, un acercamiento a las consecuencias de las crisis desde el lado humano. En ella el director mostraba la realidad de aquellas personas que vivieron el exceso de posibilidades que ofrecía el adulterado mercado y que, una vez sobrevenida la crisis y perdido su poder adquisitivo, tuvieron que hacer frente a unas nuevas circunstancias. El 2013 nos regaló tres cintas. Margin Call, de J.C. Chandor reflejaba, 24 horas antes de la catástrofe de un poderoso banco de Wall Street, la victoria de la frialdad egocéntrica de los magnates financieros sobre la ética moral y profesional. Marx Reloaded, un documental orquestado por Jason Barker y Alexandra Weltz, que revisaba la crisis bajo los postulados de las ideas marxistas. Para ello contaron con las opiniones, entre otros, del filósofo francés Jacques Rancière, el político, literato y filósofo estadounidense Michael Hardt, el pensador postmarxista italiano Toni Negri y el filósofo esloveno Slavoj Zizek. En tercer lugar, la película para TV Too big to fail, de Curtis Hanson, que versaba sobre la figura de Henry Paulson, antiguo presidente de Goldman Sachs y Secretario del Tesoro en aquel momento, dejando patente los tejemanejes políticos que se gestaron de cara al rescate financiero estadounidense de algunas entidades. Finalmente hablar también de Arbitrage y Le Capital, ambas del 2012. La primera se trata de un film de Nicholas Jarecki que muestra el punto de vista de un magnate fraudulento que quiere vender su compañía a la banca antes de que se conozca su situación económica real. La segunda, del griego Constantin Costa-Gavras, refleja los entramados financieros, donde los tiburones bursátiles no dudan en crear crisis financieras de las que sacar provecho.

Con todas estas premisas parecía complicado dar una vuelta de tuerca más a la cuestión. Pues bien, Adam Mackay, con el libro homónimo de Michael Lewis bajo el brazo y cargado con un buen puñado de ironía y sarcasmo, hizo su apuesta personal, su “Gran Apuesta”. La película no sólo recoge inteligentemente los aspectos más esenciales de sus predecesoras, sino que es capaz de utilizar un nuevo enfoque para ello: el de aquellos que previeron el colapso financiero y supieron sacar tajada de ello. Gran elenco para una gran película, sin lugar a dudas.

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Orestes
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7
5 de diciembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá el argumento de esta película pudiera antojársenos un mosaico de retales ya antes vistos. Sin embargo, la calidad del hilo utilizado, la finura de las costuras y la elegancia e inteligencia en la disposición de los mismos, es lo que la aleja de la trivialidad y la encaminó en el 2009, engalanada con tres nominaciones, hasta la pasarela de los Óscar. Y es que en la cinta de la danesa Lone Scherfig la trama argumental no es la principal protagonista, sino más bien el hilo conductor sobre el que desplegar todo aquello que la directora quiere transmitir. Se trata, pues, de una película de personajes, en la que el sólido guión ejerce de sutil catalizador de emociones, sentimientos, frustraciones, alegrías, decisiones, errores y, en definitiva, de todo aquello que constituye la vida, pues qué duda cabe que es la propia vida la que nos depara las mejores y más importantes enseñanzas. Centrada en los años 60 británicos, magistralmente reconstruidos, y que nada deberían envidiar a lo ya visto en la excelsa Mad Men, asistimos a una época en la que la educación académica de la mujer quedaba relegada a un segundo plano ante la posibilidad de conseguir un marido de buena posición. Jenny (Carey Mulligan), con su brillantez, su pragmatismo y unos padres que la apoyan en su deseo de ir la universidad en Oxford, se presenta como una aventajada candidata a la excepción que confirma la regla. Sin embargo, su adolescente juicio se verá puesto a prueba ante la seductora personalidad de David (Peter Sarsgaard) y el excitante mundo de clubes de jazz y subastas de arte que frecuenta gracias a un dinero obtenido de dudosa fuente. ¿Cómo podría una chica de 16 años, enamorada de la música y la literatura francesa, rechazar a un hombre que le ofrece París?

La cinta de Scherfig respira honestidad y sencillez en el mensaje que quiere transmitir. La actual sociedad, pese a los progresos que aún quedan por dar en pos de la igualdad, se gestó en gran medida gracias a las mujeres que en esta época decidieron dar un paso adelante en busca de su propia individualidad. Una individualidad no entendida, y en cierto modo denostada por los convencionalismos sociales, que queda aquí ejemplificada mediante la profesora de lengua (Olivia Williams) y la directora del colegio (Emma Thompson), pilares aún vacilantes de esa nueva sociedad que estaba por venir. El personaje de Jenny se erige como compendio de todos aquellos adolescentes que, ajenos a lo que les pueda deparar el futuro, prefieren vivir el momento, un carpe diem que no comparte ni comprende la necesidad de una buena educación. Asimismo, aboga la directora por la importancia de los padres en la orientación de los jóvenes, pues lo que les depare el futuro, el bagaje cultural y académico que les ha de acompañar a lo largo de sus vidas, queda en gran medida dirimido por un periodo, la adolescencia, donde la voluntad queda subyugada a la inevitable inmadurez.

Gracias a una gran fotografía, un guión perfectamente adaptado por Nick Hornby (Alta fidelidad), una buena banda sonora y, especialmente, a unas espléndidas interpretaciones (destacando las actuaciones de Carey Mulligan y Alfred Molina, que ejerce de padre de Jenny), Lone Scherfig construye una película muy humana, cuyo poso reflexivo trasciende la época en la que se presenta, para hacer de su mensaje una exhortación atemporal.

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Orestes
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8
5 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Before Sunrise es una de esas cintas que uno comienza a ver esperando encontrarse una película romántica más. Sin embargo, y a pesar de la cursilería de las carátulas que podamos encontrar aparejadas a ella, desde el comienzo, y a medida que uno va adentrándose en su metraje, va descubriendo un trabajo de orfebrería cinematográfica de extrema calidad, cuyos elementos - guión, actuaciones, cámara, montaje, fotografía y música- se conjugan con sutileza para acabar deleitando incluso al paladar más exigente.

Antes del amanecer es la historia de amor que todos desearíamos haber vivido, cuya belleza, realismo y credibilidad consigue su magia gracias a una serie de aderezos como son la improbabilidad de lo fortuito (se conocen en un tren); la intensidad de lo efímero (todo sucede en una noche); un telón de fondo de ensueño (Viena); y, sobre todo, gracias a unos diálogos cuya imaginativa frescura e inteligencia te atrapan y te hacen cómplice de la química que desbordan los dos jóvenes protagonistas. En esta película uno no siente que esté viendo a Ethan Hawke, sino a Jessi, un joven estadounidense, alegre, culto y reflexivo, que desprende un cierto escepticismo racional hacia aspectos existencialistas del ser humano. Tampoco se percibe a la actriz, Julie Delpy, sino que en todo momento tenemos la sensación de estar contemplando a Celine, una inteligente, despierta y cultivada joven francesa, cuyos pilares racionales entran en ocasiones en conflicto con su naturaleza soñadora. A lo largo de la película, ambos jóvenes nos deleitan con una serie de lúcidas e ingeniosas conversaciones que ahondan, desde la perspectiva que se puede tener a su joven edad, en los insondables enigmas que rodean al ser humano: el amor, las relaciones entre hombres y mujeres, la muerte, la religión, la necesidad o no de lo irracional como vía de escape, etc. La complicidad que manifiestan ambos jóvenes será cada vez mayor, descubriendo, como uno puede descubrir en una noche una bella ciudad, cuáles son sus anhelos, sus miedos o sus sueños, despertándose entre ellos un sentimiento que irá creciendo cada vez más. ¿Puede tan sólo una noche ser tiempo suficiente para saber que esa persona es el amor de tu vida? A lo largo de los poco más de cien minutos que dura la cinta acompañaremos a Celine y Jessi por su paseo nocturno vienés y reiremos sus ocurrencias, reflexionaremos desde su intelectualidad y nos emocionaremos con las situaciones que vivirán. Con cada tímida sonrisa, cada esquiva y nerviosa mirada, cada caricia o beso, sentiremos el amor que va creciendo entre ellos, y, sin darnos cuenta, egoístamente nos apropiaremos de él y lo haremos algo nuestro. Y es que, más allá de los aspectos que comentábamos al principio de esta crítica, el gran logro del director quizá sea éste, no hacer de Antes de Amanecer una simple película romántica, sino ser capaz de captar la esencia del amor puro y sincero y hacerlo cine.

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Orestes
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7
5 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que nos topamos con esta temática en el cine británico. A modo de ejemplo, y remontándonos sólo un año atrás de esta película, encontramos Solo un beso de Kent Loach. El hecho de que los realizadores británicos reincidan en ello parece dejar patente la persistencia del problema racial y la, en algunos casos, insalvable insolubilidad de culturas. Es por ello que cintas como ésta se hacen necesarias, pues evidencian algo tan sencillo como es el hecho de que por encima de las religiones y las diferencias culturales estén necesariamente las personas y las relaciones humanas. Es quizá éste el punto fuerte de la película, ser capaz de dirimir ambos aspectos y presentar una sólida pretensión de romper los convencionalismos sociales gracias a algo tan humano como es el amor. Dominic Savage nos propone una perspectiva tomada desde ambas posiciones. Por un lado el ambiente racial en el que vive Adam y las dificultades que supone para él alejarse de ello. Por otro, una mirada al restrictivo entorno educativo que vive Naseema, donde su hermano se erige como juez de sus acciones, algo esto que contrasta con la tolerancia y libertinaje que manifiesta hacia su propia forma de actuar. En su afán de resumir tal contenido de información, quizá el director abuse del la coincidencia entre las relaciones de los personajes, algo que, no obstante, no resta valor al mensaje y a la forma de transmitirlo. Es ésta, pues, una buena película que, simplemente por el hecho de abogar por la eliminación de las barreras interculturales de cualquier sociedad, hace imprescindible y necesario su visionado.

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Orestes
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7
5 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bicicleta verde, Wadja en su título original, es la primera película oficial de Arabia Saudí dirigida por una mujer. Me gustaría destacar de la película la inteligencia que muestra la directora en la forma de acercarnos a la realidad social de su país de origen. Haifaa Al-Mansour nos pone en la piel de una niña que no entiende ni juzga las restricciones sociales hacia las mujeres sino más allá de lo que a ella le afecta en ese momento. Sin embargo, su aparentemente anecdótica historia sirve para mostrar retazos de la represión moral y social a la que se ven sometidas las mujeres como consecuencia de un arraigado tradicionalismo religioso y cultural. Wadja conecta rápidamente con el espectador, encontrando en la empatía su mejor aliado y un hilo conductor que hace que la película no se caiga en ningún momento. Es a través de ella que asistimos veladamente a la restrictiva educación islámica que sufren las niñas saudíes; al papel familiar de las mujeres, que no es otro que mantener el hogar, mostrarse atractivas a sus maridos y darles un hijo varón; o al ostracismo público al que se ven sometidas, con una total ausencia de libertades como es el hecho de tener que ocultar su cuerpo y rostro en todo momento, no poder dirigir la palabra a los hombres o no poder conducir, algo esto que las obliga a depender de conductores que abusan de su posición.

Esta temática ya la encontrábamos en otras cintas, como es el caso de Osama, de Siddiq Barmak (2003), en la que, también con una niña como protagonista, se abordaba la dureza del régimen talibán afgano hacia las mujeres. No obstante, Haifaa Al-Mansour elige una forma más sutil y agradable de acercarnos a la realidad de su país. Wadja consigue cautivarnos con su simpatía y su desparpajo, convirtiéndonos en cómplices de su propósito. Sin embargo, la tibieza y naturalidad con que se muestran todos los aspectos comentados no les resta contenido dramático, pues va dejando en el espectador un poso reflexivo que se mantiene incluso después de su visionado.

Esta película le ha supuesto a la directora recibir numerosos mensajes saudíes de crítica y odio por su irreligiosidad y falta de respeto hacia los valores tradicionales, pero también palabras de apoyo de numerosos sectores por abrir las puertas al debate sobre aspectos considerados hasta entonces preceptivos y tabús. Es esta valentía detentada por Haifaa Al-Mansour, en su voluntad de llevar la realidad social de las mujeres de su país más allá de los límites de sus fronteras, lo que da mayor valor a esta cinta y la convierte en un esperanzador alegato en pos de las libertades.

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